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Y entonces ¿qué sentido tiene la ascesis? Si profundizamos en la 2CtaF, encontramos la “ascesis” como un momento de la vida en penitencia que, por obra de la gracia y del trabajo personal, permi- te iluminar las zonas más oscuras y opacas de nuestra naturaleza y prepararlas para cumplir la voluntad de Dios. Es la ayuda necesaria para eliminar todo lo que impide el encuentro con Dios y con el prójimo, y deja de ser un mero ejercicio de preparación 244 . Francis- co intenta por todos los medios anteponer la misericordia de Dios a la voluntad y decisión humanas; de ahí que la vida en penitencia aparezca como la respuesta agradecida de los fieles al Amor que Dios les ha manifestado en Cristo (2CtaF 4-18). 3. E L PROCESO PENITENCIAL DE LA 2C TA F 245 El proceso con el que Francisco describe la vida penitencial nace de la opción por la luz que se plasmó en los v.15 y 18: “ Pero son pocos los que quieren recibirlo y ser salvos por Él, aunque su yugo es suave y su carga ligera... En cambio, ¡Oh, cuán dichosos y benditos son los que aman a Dios y obran como dice el Señor mismo en el Evangelio ”. Esta convicción nace en los corazones de aquellos fieles que se han convertido a Dios y al prójimo y se comprometen a configurar la propia vida con la del Hijo. Como vimos en el capítulo tercero, el Amor de Dios es el que produce la conversión de nuestro amor hacia Él. Y la vida peniten- cial se funda en la disposición del fiel de amar a Dios (2CtaF 19-24) y amar al prójimo (2CtaF 25-35) en una misma decisión 246 . 448 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 244 La tradición espiritual ha ido comprendiendo el espíritu humano a partir de tres tipos de ascesis: la humanista o de la “virtud”, la cultual o del “tabú” y la mís- tica o de la extinción del “pathos”. Ninguna de ellas, aisladamente, puede identifi- carse con la ascesis cristiana. 245 Las reflexiones que hago sobre la vida en penitencia se fundan en: S. ARZUBIALDE, O.c. , nota 168, 147-172. 246 Este mandamiento, expresado en el v.18, exige por parte de los fieles una renuncia a sí mismos para dejar lugar en sí tanto a Dios como al prójimo. Esta cons- tatación de Francisco se encuentra en Máximo el Confesor. Para él, el amor a Dios y al prójimo son –fundándose en Mt 12,28-34– el resumen de todos los demás man- datos de manera que “ para cumplirlo es necesaria la ascesis: Quien no se ha des-

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