NG200603001

Y las palabras que me diste, a ellos se las di; y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que de ti salí y creyeron que tú me enviaste; ruego por ellos y no por el mundo; bendícelos y conságralos. También yo me consagro por ellos, para que ellos sean consagrados en la unidad, como nosotros somos uno. Y quiero, Padre, que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria en tu reino. A quien tanto ha soportado por nosotros, tantos bienes nos ha traído y nos ha de traer en el futuro, toda criatura, del cielo, de la tierra, del mar y de los abismos, rinda como a Dios alabanza, gloria, honor y bendición; porque Él es nuestra fuerza y fortaleza, el solo bueno, el solo altísimo, el solo omnipotente, admirable, glorioso, y el solo santo, laudable y bendito por los infinitos siglos de los siglos. Amén” (2CtaF 53-62). La experiencia de Francisco en estos versos nos lleva a la mís- tica de la fe. Una vez que se ha abierto a las relaciones afectivas de la familia trinitaria, las siente en todas sus dimensiones: su alma con- templa la gloria del Padre santo, su corazón percibe el amor del Hijo y su cuerpo el consuelo del Espíritu. Este contraste entre el hombre Francisco y Dios (“lo totalmente Otro”) no puede por menos que provocarle una desproporción interior que desborde su entendi- miento, su sentir y su querer. Por eso reconoce que “Él es nuestra fuerza y fortaleza, el solo bueno, el solo altísimo, el solo omnipoten- te, admirable, glorioso, y el solo santo, laudable y bendito por los infi- nitos siglos de los siglos” (v.62). Una vez que ha reconocido al Dios Familia como dueño, Señor de su persona y su existencia, entonces la experiencia mística corre de la mano del Hijo. Si observamos, es el Hijo del Padre el que deja la huella más honda en el ser de Francisco: “¡Oh, cuán santo y cuán amado es tener un tal hermano e hijo agradable, humilde, pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable!” (v.56 a). Así pues, el Hijo se convierte en el guía de los deseos de Francisco: “más que todas las cosas deseable”, de manera que el “poverello” renuncia a constituirse en sujeto y centro de su vida 350 : “A quien LA CARTA A TODOS LOS FIELES: EL FUNDAMENTO…(II) 479 350 La última desapropiación del “eros”. Tadeo Matura afirma que es en este momento cuando se produce el reconocimiento de su fuente y su origen; aunque

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