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debe ser: a) la de abrirse a la acción del Espíritu de tal forma que Dios tenga prioridad sobre todo nuestro ser. Y b) acoger activamen- te al Verbo del Padre con las palabras de María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Esta es la manera en que María colabora a la Salvación de los hombres con su fe y obediencia libres 331 , y por su vinculación a la vida y el destino de su Hijo 332 . Y así como en el seno de María des- ciende el Hijo, también nuestro ser está llamado a recibirlo si nos ponemos bajo la acción del Padre y en dependencia absoluta de su designio de Amor. Pero Francisco añade una segunda condición. 2ª) “por el amor y la conciencia pura y sincera”. El Amor, el Espíritu Santo, que habita en las entrañas de María 333 la convierte en Madre de Dios 334 , libre de todo impedimen- to para recibir la Salvación 335 . Así la maternidad del fiel será obra del Espíritu que inunda toda su persona, convirtiendo su cuerpo, su corazón y su alma en el lugar donde se engendra al Hijo. 3ª) “lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para ejemplo de otros”. Una tercera condición es la de dar a luz las buenas obras. Dar a luz a Jesucristo es una acción histórica propia de María, que Fran- cisco usa como metáfora del impulso que el Espíritu da a los fieles para trabajar por el Reino del Padre. Así pues para Francisco las “obras santas” son la verificación de la presencia del Espíritu en los LA CARTA A TODOS LOS FIELES: EL FUNDAMENTO…(II) 475 331 (Cf. LG 56). 332 (Cf. LG 54) . También en: S. LÓPEZ, María en la comunicación salvadora del Dios trino en Jesucristo, según san Francisco de Asís, en SelFranc XVI (1987), 339- 370. 333 “... fue engendrado perfectamente de Santa María la siempre Virgen, por obra del Espíritu Santo ”. Símbolo de san Epifanio del s. IV. J. COLLANTES, O.c. , nota 41, 274. 334 “ La Virgen María... recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuer- po... es reconocida y honrada como verdadera Madre de Dios y Redentor” (LG 53 ). J. COLLANTES, O.c. , nota 41, 280-281. 335 Con estas afirmaciones nos referimos a la concepción Inmaculada de María de la que la tradición franciscana ha sido fiel defensora. La razón está en que en María se anticipan los méritos de Cristo: de ahí su concepción inmaculada. De la misma manera se ha creído que la unión del Hijo con su Madre va más allá de la muerte: por ello, es lógico pensar que la madre reciba del hijo la honra de la glori- ficación en la Asunción a los cielos.

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