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los demás (2CtaF 18) y la fuente del pensamiento y del querer. Por eso aparece como el centro de la personalidad que puede determi- narse por amar a Dios (Cf.Ez 36, 26); y entonces se convierte en el centro que busca la Salvación, o por amar lo creado (Cf.Jer 5, 23); pasando a ser la fuente de todos los vicios y pecados del cuerpo (2CtaF 37) y de la suciedad del alma (2CtaF 30) 300 . El cuerpo 301 es “la carne de nuestra humanidad y fragilidad” que fue modelado por Dios (Cf. Gen 2,7) 302 . Su valoración depende de la orientación del corazón (Cf. Dt 6,4): si mira hacia Dios puede engendrar a Jesucristo “por el amor y por una conciencia pura y sin- cera;”(v.53), mientras que si se orienta equivocadamente se debilita y se instala en lo caduco de la existencia 303 . El alma 304 es, para los escritos del NT, la vida que se gana o se pierde en la medida en que se opte o no por el Hijo (Cf. Mt 16, 25). De tal manera que puede convertirse en la esposa de Jesucristo si se une al Espíritu Santo. Igual que la tradición patrística, Francisco le otorga el máximo valor al comprenderla como la instancia que permite a los fieles mantener el diálogo con Dios y garantizar la identidad del sujeto en esta vida y en la futura 305 . 468 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 300 Es la dimensión central en la teología de la conversión en el profeta Jere- mías (Cf. Jer 31, 18-19). 301 En hebreo es “âdam” que viene de la tierra “âdamah”. 302 Orígenes plantea la distinción entre estar creado o modelado por Dios. Dios crea directamente el cielo y la tierra, la luna y el sol y al hombre. Las demás criaturas son creadas por su mandato. Esta es la dignidad del hombre que se expre- sa en: 1) la vocación de dominar las bestias con su mente, y 2) tener la gloria del cielo, de la tierra y del sol y la luna. H. CROUZEL, O.c. , nota 240, 287-306. 303 La “sarx” para Pablo es toda la vida del hombre cuando éste se abandona a lo caduco y se aferra a la Ley. Se siente alguien frente a Dios y acaba en la muer- te (la separación de Dios) (Cf. Rom 7,5). 304 En griego “psique”. 305 La Tradición ha intentado salvaguardar las verdades contenidas en la Escri- tura de las concepciones dualistas de la realidad, porque de lo contrario la idea del hombre sería incompatible con la Creación. El hilemorfismo de Aristóteles, tras el platonismo, explica la realidad como una unidad de “materia” (cuerpo) y “forma” (alma). La Escolástica al conceptualizar así al hombre se olvidó de la reflexión patrís- tica; que concebía al hombre como una unidad en aras a la resurrección, y en la que el “cuerpo” tenía parte importante por la Encarnación. La reflexión occidental, a raíz de S. Agustín, consideró el cuerpo inferior al “alma”, y causa fundamental del peca- do. Sto. Tomás vuelve a poner de relieve la historicidad y mundanidad del hombre
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