NG200603001

sabios y prudentes según la carne, sino, más bien, sencillos, humil- des y puros... Nunca debemos desear estar sobre otros, sino, más bien, debemos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por Dios (v. 45.47 ) 274 . Pero esa entrega tiene un paso ulterior: todo aquel que se someta a Dios lo hará por medio del prójimo: “Debemos, igualmente, negarnos a nosotros mismos y poner nuestros cuerpos bajo el yugo de la servidumbre y de la santa obediencia, según lo que cada uno prometió al Señor” (v.40) . Y si el compromiso es de un religioso se le pide: “... amar a nuestros enemigos y hacer el bien a los que nos tienen odio” (v.38). La consecución del compromiso de unos y otros nos muestra que la vida en penitencia es una y que el proceso tiene unas cons- tantes. Sin embargo, Francisco separa la ascesis primera (2CtaF 26- 35) de la segunda o abnegación (2CtaF 36-47). Ambas pertenecen a dos momentos distintos del mismo proceso penitencial cuyo fin es responder al Amor de Dios. La diferencia cualitativa está, en que la abnegación es algo que Dios va a producir en los penitentes, cuan- do hayan pasado por las diversas conversiones de su vida y les haga conscientes de la necesidad de no atribuirse nada en el camino. Por eso el fragmento destinado a los religiosos termina con la misma convicción de que “ sobre todos aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posará el Espíritu del Señor y hará en ellos habitación y morada” (v.48). La vida vivida en penitencia intenta: por un lado, volver a la casa del Padre y recuperar las relaciones con el Amor de Dios y por otro, disponerse a ser samaritanos de aquel que encontremos en nuestro camino. Este apartado nos hace conscientes de que la vida espiritual no sigue un itinerario ni homogéneo ni lineal, sino que tiene momentos críticos de purificación en los que se va logrando la madurez integral de la persona. Por eso Francisco invita a la “abne- gación”, a la renuncia radical al propio yo para dejar que Dios sea dueño de la propia vida. LA CARTA A TODOS LOS FIELES: EL FUNDAMENTO…(II) 459 274 “ y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al pre- sente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20).

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