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ticas de valdenses y cátaros 264 . Pero es, sobre todo, el rechazo siste- mático de los cátaros de la transustanciación del pan y vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor y del ministerio de los sacerdotes peca- dores lo que provocaba el escándalo en muchos penitentes. Francis- co, siguiendo la cruzada del concilio IV de Letrán, destaca la necesi- dad de los sacerdotes para hacer presente al Señor en las iglesias por la Eucaristía y la administración de las Palabras, y la prioridad de la acción de Dios sobre la santidad personal del ministro 265 . Para el santo, los sacerdotes expresan la misión salvadora y sacramental de la Iglesia 266 : “Y a nadie de nosotros quepa la menor duda de que ningu- no puede ser salvado sino por las santas palabras y la sangre de nues- tro Señor Jesucristo, que los clérigos pronuncian, proclaman y admi- nistran. Y sólo ellos deben administrarlos y no otros” (v.34-35). A ello hay que unir la tendencia voluntarista de los movimien- tos pauperísticos. Muchos de ellos se quedaban en los primeros estadios de la conversión y no avanzaban hacia la conformación ínti- ma con el Hijo Jesucristo. Se aferraban a la pobreza e itinerancia del Jesús histórico y ponían todas sus fuerzas en vivir en pobreza mate- rial y hacer buenas obras. Ante este orgullo espiritual, que los lleva- ba a la autocomplacencia en lugar de la gloria de Dios, Francisco pone el acento en la acción de Dios sobre el hombre 267 y en la nece- sidad de someterse a sus criterios 268 . 456 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 264 Los valdenses acabaron por enfrentarse con la jerarquía dándose a la pre- dicación libre y a la vulgarización de la Sagrada Escritura; mientras que los cátaros negaban varios dogmas, rechazaban el AT y abominaban de todo culto externo. En: L. IRIARTE, O.c. , nota 73, 44. 265 Cuando habla de los pecados de los sacerdotes siempre hace alusión a la santidad de Dios y a veneración que hay que guardarles. En: V. K. NGUYEN, O.c. , nota 74, 145- 197. Y en: RnB 19, 3-4; Test 8-12; 26ª Adm y 2CtaF 33. 266 Francisco retoma la veta penitencial del Pontifical romano – germánico del s.X: “ El Señor Jesucristo, que dijo a sus discípulos. ‘Lo que atéis en la tierra será atado en el cielo’, los discípulos entre los que por su bondad me cuento, aunque sea indig- no y esté hundido en el pecado, que el mismo Señor, por el don sobreabundante de su misericordia y por mi humilde ministerio, absuelva de todos los pecados que, por debilidad, habéis cometido de pensamiento y de obra ”. C. VOGEL, La penitencia en la Edad Media, en Phase 97 (1999) 40. 267 “El Señor, me concedió a mí, hermano Francisco, la gracia de comenzar a hacer penitencia” (Test 1). 268 El orgullo surge de la inseguridad y del apego a las propias ideas y crite- rios. Es la raíz del pecado y da lugar a la esclavitud de la Ley (Cf. Lc 18, 11-12) .

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