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mismo, al menos no les haga el mal, sino hágales el bien” (v.26-27) . De esta manera nuestro amor al prójimo supondrá una pequeña muestra del amor con el que se nos ha amado. Es la prueba de que mi amor, el recibido de mis padres y de Dios, me ha hecho un ser personal capaz de amar 262 . Esta salida de sí es, para Francisco, el fundamento de la caridad cristiana expresada como misericordia: “ Mas a los que han recibido la potestad de juzgar a otros, ejerzan el juicio con misericordia, como ellos mismos desean obtener misericordia del Señor. Pues jui- cio sin misericordia tendrán los que no hacen misericordia” (v.28- 29) . La misericordia que demuestran los fieles tiene como destinata- rios al prójimo y a Dios a la vez: “ Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogis- teis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme... Y el Rey les dirá: -En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 35-36.40). Así pues, la expresión hacer “ frutos dignos de penitencia ” se sale del marco ascético y alude al vuelco integral que sufre el hom- bre por la acción del Espíritu Santo 263 . Sólo en este sentido invita Francisco a los fieles a añadir, a las incomodidades de la vida y a los imprevistos de todos los días, algún tipo de ascesis. La limosna, el 454 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 262 Las figuras parentales son determinantes para la estructuración afectiva del niño. La figura simbólica materna proporciona seguridad y confianza, mientras que la paterna da orden a las conductas e independencia. 263 En esa línea escribe Gregorio Magno : “Llenamos el cuerpo con alimentos para no desfallecer extenuados; lo moderamos con la abstinencia no sea que reple- tos nos opriman” (IV -nº68). “Es difícil realizar grandes acciones y no sacar de ellas algún pensamiento de confianza en uno mismo” (I- nº83). Este proceso lleva al fiel a caer “en la cuenta de nuestras propias vilezas y miserias. Quien considera solícito su debilidad y no se engríe de los bienes que por gracia ha recibido. De esta forma se desprecia quien ha sido elevado hasta el honor de hablar con Dios. Hay algunos que cuando realizan mínimas buenas obras se creen ya grandes, alzan su mente en alto y piensan que preceden a los demás en méritos y virtudes” (III- nº60). “[Los fuertes] cuando se afianzan en la deseada fortaleza de Dios, menos se fían de sus propias fuerzas, y cuanto más robustamente desean los bienes eternos, más experimentan la saludable carencia de los bienes temporales” (IV- nº67). G. MAGNO, O.c. , nota 41, 169-186; 325-233; 258-297.
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