NG200602003
Como el Papa Juan Pablo II nos lo ha repetido desde el inicio de su pontificado, el drama del humanismo moderno es la pérdida del sentido trascendente de la persona y de su misión como sujeto, fundamento y fin de todos los procesos. Por ello, la misión de la Iglesia de manera particular en nuestro tiempo es de: “Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana constituye una tarea esencial; es más, en cierto sentido es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles lai- cos, están llamados a prestar a la familia humana” 52 . El horizonte de este servicio queda enmarcado en las propuestas siguientes que nacen de la encíclica Deus caritas est : 1º. Quien intente desentenderse del amor se dispone a desen- tenderse del hombre en cuanto hombre ya que siempre habrá sufri- miento que necesita consuelo y ayuda. 2º. El Estado que quiere absorber todo burocráticamente olvida lo esencial: la entrañable atención personal. 3º. Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo (el ojo de Orwel) sino que generosamente reconozca y apoye (prin- cipio de subsidiaridad), las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales. La Iglesia es una de esas fuerzas sociales. Aquí, el papa está pensando en la sociedad participativa. 4º. El amor no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma, una ayuda con frecuencia más necesaria que el sustento material. En conclusión, podemos decir que la tarea de la Iglesia es mediata, en cuanto le corresponde contribuir a la purificación de la razón y reavivar las fuerzas morales. El orden director de actuación a favor de un orden justo en la sociedad es tarea de los fieles laicos en cuanto son ciudadanos del estado. Su misión es la de configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y coo- perando con todos los ciudadanos según las propias competencias y bajo la propia responsabilidad. Esto lo han de hacer desde la cari- dad social. 388 ÁNGEL GALINDO GARCÍA 52 P. ALBERTO ATHIÉ, Globalización, solidaridad, subsidiaridad .
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