NG200602003

Asimismo, cuanto aparece en el Compendio sobre la Trinidad y el hombre pertenece a un humanismo pluralista que tiene en cuen- ta la pluralidad orgánica de los fines de la persona humana y reco- noce por esto la connaturalizad del pluralismo de la comunidad y de los medios. La pluralidad de esta sociedad, que responde sobre planos dis- tintos, como Pablo VI señaló espléndidamente en Octogesima Adve- niens y con diferentes fines y métodos, a las necesidades del hom- bre. Esta pluralidad es llamada a estructurarse en una red de sujetos comunitarios, autónomos y armónicos que colaboran para la reali- zación de la plenitud de la persona y del bien común. De esta manera el hombre es visto y considerado no según una visión solitaria o individualista, sino en su relación de comunión con los otros hombres universales, con Dios mismo, del que es imagen y unidad y distinción. En segundo lugar, ha existido una clara solidaridad histórica del hombre en cuanto imagen de Dios. Como hemos podido ver, el pro- ceso moderno de racionalización con su impronta evolutiva y una propuesta religiosa basada en el amor parecen difícilmente reconci- liables e incompatibles como lo demuestran las propuestas econó- micas que “prohíben el amor” y los análisis de algunos sociólogos. Es evidente que en esta sociedad de intercambio, racionalizada, una solidaridad que pacte no sólo con los seres racionales, sino –más radicalmente– con los menesterosos, está llamada a desaparecer. Si tenemos en cuenta este antagonismo entre el principio de intercambio y la solidaridad, resulta claro que el humanismo cristia- no se oponga críticamente a todo empleo idílico del concepto de solidaridad. Una auténtica teología de la solidaridad se ha de hacer, como hemos visto más arriba, desde la perspectiva de la historia objetiva del sufrimiento de los hombres, historia que ha acompaña- do desde el principio la acción solidaria. Por otra parte, esta opción y postura no adquiere sus propias dimensiones sino dentro de un horizonte universal y global. Como consecuencia, la opción por los pobres está reclamando que los hombres promuevan reformas sociales concretas y necesa- rias como la revisión de las estructuras sociales, la justa distribución de los bienes, la participación de las instituciones y grupos de base. 376 ÁNGEL GALINDO GARCÍA

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz