NG200602003

ción de la soberanía de Dios en el amor. En el terreno del compro- miso se puede decir: a) La caridad quedará reducida sólo a una “voz” si no hace sur- gir del contexto de la sociedad una comunidad gobernada por un empuje solo inteligible desde el ejemplo de aquel que por amor a los hombres no dudó en tomar la forma de “siervo”. La comunidad de los creyentes en tanto es signo e instrumento de unidad del mundo en cuanto el principio concreto de su existir histórico es la “kénosis” y en cuanto la prontitud en asumir la condición de los oprimidos se manifiesta cualquiera que sea la situación o la fuerza que los oprime. Lo característico de esta solidaridad kenótica es que no lo motiva la ideología ni un proyecto sino la seguridad de la fe que nace de la caridad. b) El mensaje de la ética cristiana sobre el humanismo pleno comienza y acaba con la afirmación de que Dios ha amado al mundo. Una comunidad eclesial verdaderamente fiel a su propio principio de realidad kenótica no podrá parecer en modo alguno imprescindible a la sociedad terrena. Sólo esta “inutilidad” será capaz de mantenerla libre de los papeles históricos que no tengan relación con el amor y de mantenerla configurada como una institu- ción afín o que está al lado de todos aquellos que resultan inútiles en el mundo. Esta peculiaridad de “inutilidad” es la que hace que la ética cristiana tenga futuro. c) Visto objetivamente, la Iglesia ha buscado títulos que le ase- guren la aceptación por los hombres. El título último invocado ha sido el de sentirse con la tutela del orden moral escrito en las leyes de la naturaleza. Sin embargo la caridad no es un sentimiento que corre entre hombre y hombre. Es un principio categórico fundado objetivamente en el pacto mesiánico que vive dentro de la realidad social creando un modo de ser de la convivencia humana. La cari- dad se sitúa más allá del estado de convivencia como energía que juzga que la realidad presente es inadecuada e insuficiente para la esperanza o que los pactos sociales, incluido el pacto moral de la Iglesia con la sociedad, es insuficiente para el que ama. La caridad tiene como medida propia no ya las posibilidades históricamente dadas, sino las manifestaciones ejemplares del ágape de Dios. La caridad sitúa las aspiraciones propias más allá de lo actualmente posible. EL HUMANISMO TRINITARIO, FUENTE DE LA DOCTRINA SOCIAL… 365

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