NG200602002

nen el mundo de los hombres o la marcha de las estrellas y las gala- xias. ¿O es que creemos en la creación “de los siete días” y en el gobierno de la tierra –y, por supuesto, del kosmos universal– por una primera pareja humana nacida en estado adulto y que, por cier- to, nunca existió? La mención de la segunda consideración se halla contestada desde lo que acabamos de decir a propósito de la primera. Añada- mos que la necesidad de los seres intermedios la ha puesto de relie- ve la separación que hemos hecho entre Dios y su obra. Hay una brecha muy profunda entre la manera de entender el mundo del ser humano en la actualidad y la interpretación teológica del mismo. En el fondo no hemos superado el pretendido dualismo ontológico entre Dios y la creación, aunque ése era precisamente el objetivo de Jesús: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos” (Jn 15,5); “ya no os llamo siervos, sino amigos” (Jn 15,14-15); “así como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos están en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21). Al fin de cuentas, el empe- ño de Jesús consistía en guiarnos hacia la misma conciencia que le llenó a él. Nuestro esfuerzo en la contemplación va enfocado a encontrar esa conciencia. Los cristianos hemos acentuado, de forma radical, la diferencia entre la realidad de Dios y la creación, introduciendo de esta forma un dualismo insalvable. En todas las religiones nos encontramos con el mismo desarrollo, aunque algunas hayan acercado casi hasta identificarlas ambas realidades sin caer, aparentemente al menos, en un dualismo. En el evangelio de Juan leemos: “La Palabra estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe”. La creación no es Dios, pero tiene la misma naturaleza 40 . 9 . El Cristo cósmico simboliza la naturaleza de lo divino que se manifiesta en todo lo creado; simboliza lo que llamamos creación. Cristo es el otro nombre de todo lo creado. De la misma manera que el Padre se hizo patente en el hombre Jesús, así también se hace patente en todo lo que fue creado por él. “Sin ella (la Palabra) no DIOS Y SU CORTEJO ANGÉLICO 345 40 W. JÄGER, En busca del sentido de la vida. El camino hacia la profundi- dad de nuestro ser (Madrid 1995) 14. 242-243.

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