NG200602002

ríamos obligados a cambiar el concepto de Dios. Aquéllas dependen de éste y éste exige, para su complemento, la existencia de aque- llas. 2ª) Hemos establecido una separación tan grande entre Dios y su obra que ésta no se reduce a la creación del hombre. La acción creadora de Dios exige la existencia de seres intermedios. Y los ángeles podrían ser considerados como un eslabón que uniese a Dios con su obra. Además, los ángeles serían las únicas criaturas que ofrecieran a Dios lo que le niegan los hombres –el honor y la glo- ria– , y los que acompañarían la continuidad de su obra con su ala- banza (Is 6,1ss, entre otros textos entre los cuales destacan los del Apocalipsis). 3ª. Como la obra de Dios en la creación no ha alcanzado toda- vía su finalidad original –ahí están las tres primeras peticiones del Padrenuestro y el siguiente texto del Apocalipsis: “Oí una voz en el cielo que decía: “Ahora ha llegado la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche ante Dios” (Ap 12,10)” , por eso las criaturas pertenecientes a ese mundo con sus colaboradores naturales, tanto más cuanto que la obra de la creación ha experimentado una grave perturbación a través del pecado... Y como la Biblia atribuye esta grave perturbación a los “acusadores ”, que se hallan ante su trono ” ( Ap 4,1ss ), se supone que, en el polo opuesto, existen en el mundo invisibles fuerzas con- trarias que sirven de contrapeso. La reflexión que tenemos delante nos obliga a pensar en un dualismo inevitable. Donde están las fuer- zas o poderes angélicos, tienen que estar los poderes antagónicos, los llamados demonios o espíritus malignos de los aires. 8. Creemos que las consideraciones precedentes no justifican lo que hemos llamado “cortejo angélico”. El mismo título justifica lo que afirmamos en la primera de las consideraciones precedentes. El “cortejo” nos hace pensar en un Rey al modo de los dirigentes supremos de la realidad humana. Y ésta no es la realidad adecuada de la Suprema Realidad. Nos obligaría a parcelar el cielo y asignar a los ángeles aquellas zonas a las que no podría llegar el poder regi- dor de Dios. Nos han enseñado los científicos que en la primera sali- da que Dios hizo de sí mismo, en el big-bang o en la primera Sin- gularidad se hallan contenidas todas las leyes necesarias para regir el cosmos entero. No necesita delegados especiales para que gobier- 344 FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS

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