NG200602002

Ezequiel (2,8-3,3). Se le ordena comerlo, lo mismo que al profeta. La sensación fue de dulzura en la boca y de amargura en las entra- ñas. Es dulce porque contiene el mensaje de victoria de la verdad divina. Es amargo porque dicha victoria llegará a través de la lucha difícil a la que impulsa como exigencia ineludible dicha verdad divi- na. Por eso, después de comerlo, al Vidente se le recuerda la tarea que debe seguir realizando: profetizar sobre pueblos, gentes y reyes numerosos. Siguiendo la trayectoria profética el Vidente tiene que continuar anunciando el misterio de Dios. El mandato de no escribir lo que ha visto y oído –en contra de lo que habitualmente ocurre en nuestro libro– puede obedecer a dos causas: se trata de la revelación divina, que el hombre natural no puede comprender ni explicar. Como le ocurrió a san Pablo que, arrebatado al tercer cielo, oyó palabras que el hombre no puede expresar ( 2Co 12,4). Hay una segunda razón: en la época en que escribe nuestro autor profético la esperanza de un fin inmediato del mundo era muy intensa ( 2Pe 3,3-4). El escribir lo visto podía dar pie a más especulaciones de cálculo. El Vidente prefiere asegurar que el plan divino se cumplirá a lo largo de la historia de la Iglesia. Las características excepcionales que hemos podido contemplar en el ángel poderoso nos obligan a una reflexión serena sobre las múltiples formas que tienen dichos seres en el libro del Apocalipsis. Comencemos por afirmar que la angelología es uno de los temas más ampliamente desarrollado dentro del género apocalíptico. Nada de extraño, por tanto, que en nuestro Apocalipsis encontremos a los ángeles por todas partes. El problema está en saber qué son y en qué medida su existencia pertenece a la esencia de la fe cristiana. Para contestar este interrogante debemos dejar hablar a los textos. Unas veces actúan aisladamente; otras, en equipo. Este puede ser de cuatro: Después de esto, vi cuatro ángeles de pie sobre los cua- tro ángulos de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos... ( 7,1) y de siete: Vi cómo se entregaban siete trompetas a los siete ángeles que estaban de pie en presencia de Dios (8,2 ). En ocasiones son innume- rables y están alrededor del Trono (7,11; 10,11). A veces aparecen sometidos a un jefe superior a cuyas órdenes luchan contra los ángeles malos: “Se trabó entonces en el cielo una batalla: Miguel y sus ángeles entablaron combate contra el dragón (12,7). Incluso hay 338 FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS

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