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cirlo y servirlo con toda la celeridad imaginable; en relación con Jesús , le deben servir incluso en cuanto hombre: ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos” ( Flp 2,10 ); en relación con los hombres, ya lo indica el nombre de “ángeles custodios”. Los ángeles que pecaron están condenados para toda la eterni- dad. Esta afirmación ha merecido el calificativo de “De fide defini- ta”. Entre ellos existe también una jerarquía: el jefe es Satanás, los demás están a sus órdenes. Tienen distintos nombres: beelcebub , diablo, dios de este mundo, dragón terrible, serpiente antigua, homi- cida, mentiroso. La razón por la cual fueron condenados inmediata- mente después de pecar, sin que se les concediese ningún tiempo para su conversión, no se reduce a una. Existen muchas. Los demo- nios influyen en los hombres de muchas maneras, en particular mediante la tentación, la obsesión e incluso la posesión, y la magia Reflexiones necesarias sobre el tema tratado . Es tan difícil acep- tar el tema en su conjunto como las consideraciones derivadas del mismo. ¿Puede hacerse compatible su existencia y naturaleza con la Singularidad creada por Dios cuando salió de sí mismo en el big- bang original? Los textos aducidos en la Sagrada Escritura son de ayer o anteayer y no encajan en modo alguno en la creación tal como debe ser entendida ni en la naturaleza evolutiva de la misma. Contar con ellos antes del comienzo de la civilización (10.000 – 7000 a.C.) equivaldría a considerarlos como seres inimaginables cuyo ori- gen y desarrollo no encajan ni en las categorías bíblicas ni en las nuestras. La inmensa mayoría de los seres mencionados, llámense ánge- les o demonios, son invenciones o escenificaciones procedentes de la época a la que son atribuidas o influencias religiosas de las cul- turas existentes en el entorno de del pueblo de Israel. La distinción jerárquica y su denominación concreta procede de los distintos nombres que les son aplicados. Ya hicimos referencia a ellos a pro- pósito de nuestra lucha en su contra ( Ef 6,12 ). En cuanto a sus características, tanto consideradas en sí mismos, como en su relación con Dios, con Jesucristo o con los hombres obedecen a la fabulación de tales seres. Dios no necesita su ayuda ni tampoco los hombres: No hay más que un mediador entre Dios y 334 FELIPE FERNÁNDEZ RAMOS
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