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único que le importa es ese mensaje, cuyo destinatario es Jacob, al que cambia de nombre convirtiéndolo en Israel 24 . Acabamos de decir que no sabemos realmente lo que allí ocu- rrió. Pero esto no es del todo cierto. Podemos reconstruir con apro- ximada exactitud lo que allí pasó: La famosa lucha es una fábula que va en un incesante crescendo: al principio, frente a Jacob, se pre- senta como adversario un hombre ; en un segundo momento el hombre se convierte en un ángel o un dios inferior que tiene la misión de guardar aquella frontera constituida por el río Yabboc; como toda frontera, ésta indica la separación entre la Mesopotamia de los arameos y la tierra de Canaán, que pasará a ser de los des- cendientes de Jacob. Por eso “el hombre”, “el ángel” o numen o divinidad inferior, tiene el oficio ( = malak) de impedir que Esaú pase la frontera, el río. El que tiene la iniciativa en la lucha no es Jacob; tanto en la lucha como en la bendición, en el cambio de nombre y en la revelación de quien concede la bendición, la inicia- tiva es de Dios. La bendición asegura a Jacob continuidad, más allá de los peligros que le están asediando. El hombre luchador y fuer- te frente a Dios, termina en realidad siendo lo que dice su nombre nuevo, “Israel”, es decir “el que es fuerte con Dios”. Después del arreglo con su hermano Esaú, Jacob llega a Betel no como un peregrino sino con todas las riquezas y personas adqui- ridas en Aram. En Betel construye un altar al que da el nombre de Dios de Betel, que lo justifica porque Dios se le había revelado allí. Ahora Dios le revela su nombre, como había hecho con Abrahán: es “El Shaday”, porque Yahvé es el nombre del poder. La consecuen- cia inmediata de la revelación fue un gran terror (“el terror de Yahvé”, dice el texto hebreo), porque se infundió en todas las ciu- dades de alrededor. Otro detalle importante. En Betel existían otras divinidades ( Gn 29,20-22 : “E hizo Jacob voto diciendo: “Si Yahvé está conmigo, y me protege en mi viaje, y me da pan para comer y vestidos que vestir, y retorno en paz a la casa de mi padre, Yahvé será mi Dios; esta pie- dra que he alzado como memoria será para mí casa de Dios, y de todo cuanto a mí me diere le daré el diezmo”, que desaparecieron DIOS Y SU CORTEJO ANGÉLICO 319 24 G. FLOR SERRANO, Los Salmos, en Comentario al Antiguo Testamento, II, La Casa de la Biblia (Madrid 1997) 522.

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