NG200602001
El Hijo no sólo ha traído la misericordia sino que ha sido cons- tituido, por el Padre, en el Salvador. Francisco lo reconoce literaria- mente por medio de pronombres personales y posesivos: “ ser salvos por Él”, “que sigamos sus huellas”, “que lo recibamos ”, porque es “ el Señor ”; el resucitado reconocido por sus discípulos (Cf.Lc 24, 33-35). Por eso en la carta no hay más “ ejemplo ” que el del Hijo encarnado y resucitado que se constituye en la luz y la Salvación para todos lo que quieran recibirlo. 2.2. La vinculación con el Señor (v.15.18) En esta propuesta hay dos grados de vinculación al Señor que darán lugar a dos tipos de vida: a) Uno es histórico, y supone seguir las ”huellas” de Jesús nazareno (2CtaF 13b). Es la invitación de Jesús a sus discípulos y a la que Francisco parece referirse en 1 Pe 2,21 215 . b) El otro tipo es más íntimo, y supone la configuración de los cris- tianos con los sentimientos de Cristo en todos los momentos de su vida: desde la Encarnación a la Muerte en cruz, pasando por un esti- lo de vida pobre y al servicio del Reino. Francisco se refiere a ella por medio de la expresión “ y quiere que... lo recibamos ” (v.14) . El verbo utilizado y las disposiciones del cuerpo y de la mente apun- tan al proceso de configuración con el Señor que se produce en la Eucaristía y que comienza con el Bautismo 216 . La vinculación a una persona puede ser fruto de un flechazo amoroso, de un conocimiento intelectual, de una amistad comparti- da y hasta de una casualidad. La vinculación a Cristo que aparece en la carta es de tipo afectivo y del estilo de una fuerte amistad. El corazón es la instancia que primero aparece a la hora de responder 292 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 215 “ Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vos- otros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas ”. Es un fragmento que alude a la resistencia del cristiano ante las dificultades y persecuciones continuando la pra- xis de Jesús. BIBLIA DE JERUSALÉN (Bilbao 1985) 1743, nota al pie, 1 Pe 2,21. 216 Tanto una realidad como otra suponen una entrada en el Misterio Pascual del Hijo encarnado y asume los rasgos de la categoría paulina de la “imitación”: “En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy cru- cificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presen- te en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí “ (Gal 2, 19-20).
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