NG200602001
temporal 197 . La teología dogmática ha comprendido que Dios Padre, en el mismo acto en el que engendra al Hijo, concibe el proyecto de crear el mundo y al hombre. De tal manera que el Verbo se cons- tituye no sólo en el modelo de la humanidad sino en el motivo y la razón de todo lo creado “... no para sí mismo, por quien todo fue hecho” (v.12) 198 . Sin embargo, Francisco, con esta alusión a la Redención, pare- ce referirse a la “recreación” del hombre que supone la muerte del Hijo encarnado. Es una ordenación particular que comprende los planes de la Trinidad y que contrasta y supera la manera humana de pensar. La Trinidad ha decidido sufrir la situación de la humanidad en el Hijo y devolverla, por medio de su Espíritu, al estado origina- rio de la Creación. 4. L A D IVINIZACIÓN DEL HOMBRE Así pues, el Amor de Dios ha descendido a la orilla de nuestra historia para levantarnos y devolvernos a la vida. El Hijo ha sido el samaritano de nuestras miserias y el que ha convertido nuestra his- toria de perdición en una historia de Amor 199 , por lo que nuestra “anâwâh” ha sido el lugar y la ocasión del encuentro con la Salva- ción (Cf.Mc 10,46-52). Esta salida de sí de la Trinidad ha sido lo que ha posibilitado un “intercambio de amor”: El Padre envía a su Hijo a la humanidad (se humaniza) para manifestar su misericordia a los varones y las mujeres, de manera que manifiesten su misericordia en el mundo (se divinizan). Así pues, la santidad de Dios o la “ Caridad que es Dios ” (v.87) se convierte en el fundamento de la caridad cristiana: la misericor- LA CARTA A TODOS LOS FIELES: EL FUNDAMENTO…(I) 287 197 Contrasta con el resto de textos en los que Francisco sigue el orden nor- mal de la historia de la salvación: 1º Creación, 2ª Encarnación y 3ª Redención. Lo que debe ponernos en la pista de que estar ante una de las expresiones literarias más profundas de la Trinidad. 198 De manera que –según Sto. Tomás- lo creado manifiesta la bondad y racionalidad del Logos. I.D., nota 138. 199 “...todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús,” (Rom 3, 23- 24).
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