NG200602001

79 Responde: – No. Y el sacerdote le dice: – ¿Por qué no? – Porque todo lo he dejado en manos de los parientes y ami- gos. Y comienza a perder el habla, y así se muere aquel miserable. 82 Pero sepan todos que, donde sea y como sea que muere el hombre en pecado mortal sin haber satisfecho, aun habiendo podi- do hacerlo, el diablo arrebata el alma de su cuerpo con tanta angus- tia y tribulación, que nadie puede conocer, sino el que la padece. 83 Y todos los talentos, y el poder, y la ciencia, que creía tener 77 , le serán arrebatados 78 . 84 Y lega a sus parientes y amigos su herencia, y éstos se la llevarán, se la repartirán, y dirán luego: – Maldita sea su alma, pues pudo habernos dado y ganado más de lo que ganó. 85 El cuerpo se lo comen los gusanos. Y así pierde cuerpo y alma en este breve siglo, e irá al infierno, donde será atormentado sin fin. R UEGO FINAL Y BENDICIÓN 86 En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. 87 Yo, el hermano Francisco, vuestro menor siervo, os ruego y suplico, en la caridad que es Dios 79 y con el deseo de besaros los pies, que os sintáis obligados a acoger, poner por obra y guardar con humildad y amor estas palabras y las demás de nuestro Señor Jesucristo. 88 Y a todos aquellos y aquellas que las acojan benigna- mente, las entiendan y las envíen a otros para ejemplo, si perseve- 244 MANUEL ROMERO JIMÉNEZ 76 Jeremías 17,5. 77 Cf. Lucas 8,18. 78 Marcos 4,25. 79 Cf. Juan 4,16.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz