NG200601004

Señora del Fresneda en la vana esperanza de llamar la atención de un nuevo pretendiente. No son para ella las sonrisas y las miradas fugitivas de los chicos. Nadie se le acerca, también el anterior novio, acompañado por una nueva chica, bajó la mirada. El epílogo es trá- gico. Matilde transcurre en llanto la noche. La mañana siguiente no quiere tampoco mirarse en el espejo. “Se pasó la noche llorando y anhelando, y a la mañana siguiente no quiso mirarse al espejo. Y la Virgen de la Fresneda, madre de compasiones, oyendo los ruegos de Matilde, a los tres meses de la fiesta se la llevaba a que la retozasen los ángeles”. Una vez más se entiende cómo el reconocimiento por Unamu- no sea doble. De una parte, a un primer nivel, yo me reconozco, soy “autoconsciente”, pero de la otra, cuando conozco el mundo, tengo que hallar en ello, si no completamente, al menos en parte, la imagen que yo me he creado de mí mismo. El conocimiento siem- pre es reflexivo. Si no interpretamos así la teoría del conocimiento en Unamuno, podemos pensar, erróneamente, que su antropología del «hombre de carne y hueso» lleva a una confusa forma de sensismo o materialis- mo (Ortega diría corporalismo ontológico); pero que se trate de una interpretación completamente errónea es probado por el hecho de que ningún lector de Unamuno se ha parado frente al hombre de carne y hueso , al haber entendido que lo trágico de nuestra vida terrenal consiste justo en la ignorancia de nuestra suerte: la transcen- dencia nunca se pone en duda. El contacto con nuestro ser de carne y hueso, con «zapatos y sombrero» es mediado por el reconocimien- to de nuestra individualidad, que no es solucionada por la condición material en la que trágicamente venimos al mundo, vivimos e inevi- tablemente morimos. Inconscientemente, el alma de Unamuno es grávida de platonismo. Un platonismo que proviene de san Agustín, de la mística del siglo XIV , y también del franciscanismo. Y no quiero ahora escribir deprisa lo que sólo es una sospecha, y nace del ánimo, pero no del fruto de reflexiones rigurosas. Que la imagen del espejo representa el conocimiento que proviene de no- sotros, y que la metáfora líquida, la imagen del agua silenciosa, sea 194 SANDRO BORZONI

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