NG200601004

Yo no te hablo más que a ti, lector, a ti sólo, y cuando más solo estés, cuando estés no más que contigo mismo. Yo no quiero ser, lec- tor, sino el espejo en que te veas tú a ti mismo. ¿Que el espejo es cón- cavo o convexo y de tal especie de concavidad o convexidad que no te reconoces y te duele verte así? Pues conviene que te veas de todos los modos posibles. Es la única manera de que llegues a conocerte de veras. Si nunca te has visto sino en reflexión normal, tal como te retratas en la lisa sobrehaz de una charca tranquila, donde ni la más leve brisa riza las aguas, entonces no sabes quién eres. No sabrás quién eres hasta que, al verte un día de tal modo deformado por el espejo, te preguntes: «¿Pero éste soy yo?», y empieces a dudar de que tú seas tú, empieces a dudar de tu existencia real y sustancial. Aquel día empezarás a vivir de veras. Y si eso me lo debieras, podría yo decir, lector, que te había criado. Lo que es mucho más que haberte engendrado. ¿Me entiendes? ( cursiva mía ). El dolor de pensar , 1915. Si falta el reconocimiento, si falta el conocimiento del sí , tam- poco somos dueños de nosotros mismos; las únicas posibilidades que quedan son el abismal aniquilamiento que comporta el extravío de nuestra conciencia o bien la locura, el suicidio y, por lo tanto, también en este según caso, la muerte. En la vasta producción de Miguel de Unamuno hay muchos personajes trágicos que padecen duramente la suerte que es reservada a quien no se acepta por lo que es realmente, o no es reconocido por los demás. En Cómo se hace un novela , que fue escrito enteramente duran- te el destierro en París y que Jean Cassou tradujo al francés, un tal Jugo del Raza (el segundo apellido de Unamuno es Jugo) intenta matarse tirándose en las turbias aguas del Sena, pero no lo consi- gue. Cómo se hace una novela es uno de los escritos más tristes y acongojados del período del destierro . Unamuno se ahoga en la metrópoli francesa y la pérdida de contacto con su vida y su fami- lia, la sensación de impotencia e inmovilidad se convierten en una enésima ficción literaria. Como Giuseppe Mazzocchi observa, el enredo de la historia procede de tres distintos niveles; por una parte está Unamuno, que cuenta lo absorto que está con la escritura de una novela; además está el personaje de ficción, que es, como recor- dé, Jugo del Raza, perdido entre los Boulevards de París en una tie- rra extranjera; por último, existe un tercer cuento, y es la novela mis- ESPEJO - SPECULUM 191

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