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corre quien es olvidado, tema que también aparece en el Cancione- ro: “Tú te quieres, yo me quiero tú me quieres, yo te quiero. [...] En TI, Padre, yo me veo, Tú te ves en mí, mi Padre”. ( Poemas y canciones de Hendaya , XIX, 1928). Cristo es el único que puede vernos exactamente por lo que somos, y he aquí, por tanto, que la cita paulina vuelve una vez más en toda la plenitud de su sentido: ... cognoscam sicut et cognitus sum . Los ojos de Cristo son aquellos por los que hace falta mirar el mundo: nuestras mentes se disuelven en una mezcla incandescente cuando entran en comunión con el cuerpo de Cristo, y el universo es visto por los ojos salvadores de Dios. “... nuestras mentes se han hecho, como en fragua, en tus entrañas, y el universo por tus ojos vemos”. (III, 17-19). Querría fijar la atención en el hecho de que éstas no son sim- ples imágenes poéticas, la ansiedad de ser conocidos y nombrados por Dios – y por el lector –; la ansiedad de no caer en el olvido, vuelve constantemente durante todo el curso de su vida. En el dis- curso inaugural del año Académico 1934/1935, pronunciado en el paraninfo de la universidad de Salamanca, por ejemplo, leemos: “Me he esforzado por conocerme mejor para conocer mejor a mi pueblo –en el espejo, sobre todo, de su lengua– para que luego nos conozcan mejor los demás pueblos –y conocerse lleva a quererse– y, sobre todo, para ser por Dios conocidos, esto es: nombrados, y vivir en su memoria, que es la historia, pensamiento divino en nuestra tie- rra humana”. Es decir: 1. tengo que esforzarme por conocerme a fondo 2. conociéndome a fondo también conozco el país en el que vivo, por ejemplo a través del espejo de su lengua castellana 3. una vez que haya llegado al conocimiento de mí mismo (nótese el empleo refle- 188 SANDRO BORZONI
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