NG200601004
partir del simple conocimiento, como toma de acto de nuestra fisi- cidad y nuestra singularidad, llegamos a un reconocimiento real de nuestro Yo, en la entraña de la conciencia , que, gnoseológicamen- te, está a un nivel superior respecto a la simple idea que tenemos de nosotros mismos. El principium essendi no es confundido por Unamuno con el principium cognoscendi . El espejo siempre es la metáfora de un “conocimiento” (del mundo o del otro) o de un “ re –conocimiento” (de mí mismo) y también, en este segundo caso, no se cae en un psicologismo, porque del conocimiento de sí mismo el vasco llega al conocimiento del otro y del mundo externo, y vice- versa, de las impresiones que recibimos del exterior, es justificada la imagen que tenemos de nosotros mismos. “No me mires a los ojos – sino a la mirada, mira que quien se queda en la carne – no llega nunca a la vida. Mírame como a un espejo – que te mira, que quien mira no más que a ojos de la carne – según va mirando olvida”. Cancionero (Diario poético), 8 (sin fecha). El reconocimiento siempre es recíproco, siempre intervienen dos o más sujetos, y también a través de los demás, reconocemos a nosotros mismos y el mundo. “Al vernos desnudos seremos los unos para los otros tantos espe- jos en que se reflejen las mil caras del mundo”. Así en el manuscrito de Nuevo Mundo (hoja 136). Y el re –cono- cerse a sí mismo para Unamuno es el primer paso en el camino de la investigación filosófica. Desafortunadamente este reconocimiento no se da necesariamente en cada uno de nosotros, no basta con pasar por una serie de operaciones mentales conducidas por nues- tra intencionalidad por no quedarse en la carne . Es necesario, en efecto, que al otro lado del espejo alguien nos reconozca y nos vea tal como nosotros nos hemos reconocido y visto. Una lectura del Cristo de Velázquez que hemos citado en el párrafo anterior podría ser utilizada también ahora. Cristo, en su infinita misericordia, fija sus ojos en los nuestros, nos recuerda que estamos hechos a su ima- gen y semejanza, y nos acoge con todas nuestras miserias en el mar infinito de su bondad, salvándonos de la nada, que es el riesgo que ESPEJO - SPECULUM 187
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