NG200601004

deviene espejo, espejo místico de la divinidad ( de lo divino / nos es espejo vv. 19-20) y el cielo cristalino se extiende como un azul abra- zo sobre la dehesa punteada de encinas. “Es este mar de encinas castellano vestido de su pardo verde viejo a que no deja, del pueblo a que cobija místico espejo” (vv. 53-56) . El paisaje de Castilla, el paisaje del alma y la llanura de Sala- manca, parte del alma de Unamuno: «¡Salamanca, qué tuyo me has hecho!», escribía en París cuando recordaba la serenidad del parque San Francisco que había sido teatro al aire libre de muchas discusio- nes socráticas con el amigo Cándido Pinilla, el ciego vidente ; «Gre- dos» susurraba subiendo la Torre Eiffel pensando en la Sierra de Francia. Y quien ha vivido en Salamanca como Unamuno, y ha conocido la apacibilidad de su vivienda , sabe que las geometrías existenciales de la Catedral ( alto soto de torres ) que se perfila al hori- zonte, en perfecta simbiosis con el paisaje circunstante, engendran una armonía interior que difícilmente se puede recobrar en el des- tierro. V Esperando haber aclarado suficientemente el rico valor semán- tico que presenta la palabra espejo, por fin vemos cómo este voca- blo es usado como metáfora del conocimiento y del reconocimien- to por Unamuno. Por una parte, a un primer nivel, yo me reconozco, descubro mi yo consciente , pero por la otra, cuando conozco el mundo, tengo que hallar en ello, si no completamente, al menos en parte, la imagen que he creado de mí mismo. El espe- jo simboliza un conocimiento de tipo transitivo. A un primer nivel, el espejo nos da una imagen de nosotros mismos en cuanto hom- bres o mujeres de carne y sangre. A un segundo nivel, también el mundo, los otros y el entorno que nos rodea se reflejan en nosotros, y si hay armonía entre la imagen que hemos recibido de nosotros mismos y la imagen de nosotros que los demás reciben, entonces, a 186 SANDRO BORZONI

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