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cedas de tus más allegados espíritus, me concedan que hombre o mujer nacida, no hagan actos alevosos en mi contra y para que en ningún caso la justicia terrenal me persiga y condene, y otra, para que las ideas perversas que tengan (sea cual fuere la persona en mi contra) se vuelvan contra ellas, hasta que vengan a mis pies a humi- llarse. Amén. Padre Nuestro, Ave María.” Me detengo en la figura de una de estas oraciones por ser muy representativa del mundo cultural de la religiosidad popular domi- nicana: el Barón del Cementerio : Todo este mundo de brujería está en constante relación con espíritus y muertos: es aquí donde tiene una preponderancia abso- luta el Barón del Cementerio, éste es el espíritu de la primera per- sona enterrada en un camposanto, y si se desconoce quién fue, será aquella sepultura que tenga la cruz más grande. Esta categoría le da el atributo de ser el jefe de todos los muertos enterrados en ese cementerio. Y es él quien permite que los espíritus de los difuntos (o los zombies) actúen o no. Esta figura viene directamente del vudú haitiano. No hay un solo Barón, y cuando se comienza a investigar el asunto se vuelve enmarañado. Tampoco he encontrado autores que traten este tema de forma clara. Tras mucho hablar con los inicia- dos, creo que podemos dar una cierta luz a esta figura. El culto al Barón del Cementerio, creemos, se articula así: a) Se representa en San Elías del Monte Carmelo. b) Su pareja es Santa Marta la Dominadora. c) Hay un día especial en que se festeja y donde los cemente- rios se llenan de ceremonias y peticiones; es el día de Difun- tos. d) Hay un Barón principal que es el Barón Samedí (Sábado); pero tiene muchos ayudantes, que son de alguna manera él mismo. Estos son: Barón Lacroix, Barón Sandé, Barón Lecuá, Guedé Caifú, etc. 160 JOSÉ IGNACIO URQUIJO VALDIVIESO

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