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mo) 51 y, por otra parte, proviene de diversas formas de fundamen- talismo religioso. Como señala Philip Clayton, las visiones superfi- ciales de la ciencia y de la religión lleva a comparaciones que resul- tan penosas para ambas 52 . En el caso de los científicos, muchas veces, la formación especializada y fragmentada refleja la carencia de una formación integral de lo que significa el ser humano, sus productos culturales y su desarrollo histórico. El adiestramiento de los científicos apenas incluye alguna confrontación con la historia y la filosofía de la ciencia o alguna reflexión acerca de la relación entre ciencia y sociedad, o acerca de la ética o el pensamiento reli- gioso. En palabras de Richardson y Wildman: “Conocer la historia de las relaciones ciencia-teología –los modelos que perduran además de las extraordinarias adaptaciones a las circunstancias del cambio– proporciona una indispensable perspectiva para entender la activi- dad corriente en este campo interdisciplinar” 53 . Y, por otro lado, a los teólogos y humanistas con frecuencia les falta familiaridad con la ciencia y se sienten inseguros al discutir asuntos controvertidos. La posición del conflicto esta sobredimensionada, de modo que al realizar un análisis de las posibles relaciones entre ciencia y reli- gión, en verdad lo que se busca en tono polémico es plantear una solución basada en la relación de conflicto. El gran público (des)conoce el “caso Galileo” o el revuelo ocasionado por publica- ción de la obra de Darwin como paradigmas de esta posición de conflicto. Lo que resulta descorazonador no es el conflicto existen- te y ya solventado, sino que no se haga eco a los ambientes públi- cos con la misma difusión los bien conocidos estudios históricos y epistemológicos que nos ayudan a comprender, tanto el significado de dichas polémicas en el momento en el que surgieron, como las actitudes personales y sociales subyacentes. Hoy en día podemos afirmar que, en ningún caso, las afirmaciones de Galileo o Darwin 548 MANUEL LÁZARO PULIDO 51 Se afirma, por ejemplo, que la racionalidad queda reducida a modelos exi- tosos de la ley natural, reduciendo toda la realidad al campo de conocimiento del conocimiento empírico. Cf., M. W ALKER , The Nature of Scientific Thought (New York 1963). 52 P H . C LAYTON , Explanation from Physics to Theology: An Essay in Rationa- lity and Religion (New Haven 1989). 53 W. M. R ICHARDSON y W. J. W ILDMAN (eds.), Religion & Science: History, Met- hod, Dialogue (New York 1996) 2.

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