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te entre ciencia y religión, ya es una manera implícita de afirmarlo. En cierto sentido, es inevitable una visión científica de la religión cuando intentamos contraponer, con mayor o menor acierto y con mejor o peor intención, el hallazgo científico con el dato de la fe (sobre todo, si vemos a priori atisbos de contradicción).Y, del mismo modo, los científicos se quejan, y no sin razón, de que el público tienda a utilizar parámetros propios de la religión al ver en la cien- cia, bien predicciones apocalípticas, bien miradas paradisíacas del dato científico. En ambos planos existe una correspondencia de lec- turas confusas ante los datos 2 . En común disponemos de situaciones 528 MANUEL LÁZARO PULIDO Cugat del Vallès 2001); I D ., II. Perspectiva científica y teológica (Sant Cugat del Vallès 2003); S. G UTIÉRREZ , Dios, ciencia y azar (Madrid 2003); J. R. L ACADENA , Fe y biología (Madrid 2001); I. M URILLO , Razón científica y fe cristiana (Salamanca 2000); I. N ÚÑEZ DE C ASTRO , El rostro de Dios en la era de la biología (Santander 1996); B. O RIHUEL , En el principio creó Dios…Cómo la ciencia descubrió la creación del universo (Madrid 2 2001); A. P ÉREZ L ABORDA , El mundo como creación (Madrid 2002); J. M. R IAZA , La Iglesia en la historia de la ciencia (Madrid 1999); A. U DÍAS , Conflicto y diálogo entre ciencia y religión (Santander 1993); I D ., El universo, la ciencia y Dios (Madrid 2001) y F. J. S OLER (ed.), Dios y las cosmologías modernas (Madrid 2005). Predomina, como se ve, un diálogo promovido por personas que respetan y conocen bien la religión. Quizás, porque solo se puede dialogar, si se conoce el objeto de tal discusión. 2 Resulta clarividente la siguiente cita respecto del tema de la nanotecnolo- gía del profesor J. M. de Cozar: “Cuando alguien que no se cuenta entre los exper- tos en el campo de las nanotecnologías (es decir, la virtual totalidad de la población del planeta) comienza a oír de ellas, probablemente pensará que se las ve con un tema de tal complejidad técnica que raya en lo arcano, si no en lo simple y llana- mente ininteligible... Todo esto parece hablarnos de mejoras útiles para la industria y para ciertos aspectos de la vida moderna, mejoras que, con todo, no son por lo general tan asombrosas como para despertar un desbordado entusiasmo en quien las lee o escucha. Pero casi a renglón seguido le llega el turno a los grandilocuen- tes discursos sobre las maravillas o catástrofes que nos acechan a la vuelta de la esquina. Entre los portentos, se nos pinta un resplandeciente futuro en el que (¡una vez más!) todas las enfermedades que aquejan a los seres humanos serán erradica- das y, con un poco de suerte, hasta se podrá alcanzar la inmortalidad (se entiende la del cuerpo, ya que la del alma despierta mayores dudas en algunos). Entre las profecías catastróficas, la más llamativa es la conocida como “plaga gris”, la predic- ción de que diminutos robots, invisibles y descontrolados, se autoreplicarán hasta el punto de poner en peligro la energía y la materia a nivel planetario. Con la exten- sión velocísima e imparable de la plaga se pondría fin a la Humanidad, junto con el resto de los seres vivos y la propia perdurabilidad física de la Tierra. Con el escep- ticismo que despiertan tales escenarios paradisíacos o, alternativamente, apocalípti- cos cuando se cuenta con una experiencia individual o histórica más que ahíta de promesas y amenazas sin cumplir para cada nueva “revolución” científica o tecno-

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