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la vida más excelente del alma, por hacer el alma lo mejor posible, tal como repite una y otra vez en los diálogos juveniles de Platón. En este sentido, concluye el profesor Gracia, que, “heredero de la tradición franciscana, estudioso, ya desde sus años de doctorado, del tema del voluntarismo, el P. Rivera ha apostado por Sócrates, pero no por el Sócrates racionalista y naturalista a ultranza, sino por el Sócrates dialéctico, pedagogo, mayéutico, que intenta alumbrar en el hombre lo mejor de sí mismo” 19 . La afirmación de la primacía del amor y de la libertad conduce a una concepción de la filosofía como diálogo libre entre personas que buscan sinceramente la ver- dad, como comunidad de comunicación. Y eso no es otra cosa que “socratismo cristiano”. Junto a estas tres interpretaciones de la trayectoria intelectual del profesor Rivera de Ventosa como pensamiento, sabiduría o socratismo cristianos, debo comentar brevemente el último estudio de otro aspecto esencial de su figura intelectual que es el francisca- nismo. En el volumen que dedicó a honrar su memoria la revista Naturaleza y Gracia , la profesora Orellana hace un fino y perspicaz análisis de la huella del franciscanismo en la trayectoria vital e inte- lectual del profesor Rivera de Ventosa 20 . La profesora Orellana comenta puntos centrales del pensamiento del profesor Rivera de Ventosa que guardan una estrecha relación con su franciscanismo: el amor-agápe, la categoría del “encuentro” y la conciencia filial. Los tres se hallan en la entraña de la visión franciscana de la persona y de la naturaleza entera. Como queda patente, en el análisis de la profesora Orellana, el amor efusivo y universal, un amor “inmotiva- do, creador y personal”, que constituye la clave de la teología y la filosofía de la historia, desde San Agustín hasta San Francisco, fue 468 PABLO GARCÍA CASTILLO 19 Ib. , p. 90. 20 I. Orellana, “El franciscanismo en la trayectoria vital e intelectual del P. Enrique Rivera”, Naturaleza y Gracia 47 (2000) 611-631. La misma autora, en ese mismo número, dibuja una semblanza de la figura y la obra del profesor Rivera de Ventosa. Véase I. Orellana, “ In memoriam Padre Enrique Rivera de Ventosa (1913- 2000)”, Naturaleza y Gracia 47 (2000) 221-229. También merece citarse el recuerdo que le dedica el profesor D. Castillo, “Profesor Enrique Rivera de Ventosa. In memo- riam ”, Cuadernos Salmantinos de Filosofía 27 (2000) 401-406. También se ha ocu- pado de su franciscanismo el profesor Bernardino de Armellada, “El franciscanismo del profesor Enrique Rivera”, Anthropos, O.c., 105-107.
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