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distingue cuatro momentos, que comenta con detenimiento: la pobreza en sí misma y su triple aspecto cristológico, soteriológico y eclesiológico. Sin entrar en los detalles del comentario crítico de estos puntos, es evidente que la conclusión se deduce con total nece- sidad de cuanto ha expuesto el profesor Rivera de Ventosa en sus ati- nadas observaciones anteriores: la caridad ha de tener, en la teoría y en la práctica, la primacía de las virtudes. Porque si, como de forma poética y mística manifiesta el Sacrum Commercium , Cristo se hizo pobre y fue crucificado por nosotros, dio a sus elegidos el sello de la pobreza y a ésta las llaves del reino de los cielos, entonces debe- mos imitar su bondad y hacer de la caridad la raíz, la forma, el com- plemento y el vínculo de la perfección. La pobreza, como comenta San Buenaventura, es la ineludible vía para que el alma pueda ascen- der a Dios por la suprema virtud de la caridad. Un programa, que Francisco no considera propio y exclusivo de sus Hermanos Meno- res, sino un proyecto de vida de todos los cristianos. La esencia de la pobreza franciscana se halla, según concluye el profesor Rivera de Ventosa, en el ejemplarismo, noción central de la escuela agustino-franciscana. Aunque él habla de un ejemplaris- mo ascendente y otro de presencia, es indudable que se trata de dos aspectos de una misma realidad: la presencia y ausencia de la luz divina en el alma humana y en el resplandor de todas las criaturas. El sello de la bondad y la belleza divinas presente en las cosas pro- duce en el alma ese anhelo de ascender por ellas, como por una escala que conduce a la fuente de donde mana y corre todo esplen- dor. Y este carácter de espejo y libro, en el que Dios escribe su pala- bra para que el hombre viva según ella, conduce a la clara y senci- lla visión ecológica de las criaturas. Es, como ha visto con poética mirada San Buenaventura, como un retorno de las cosas a la inocen- cia paradisíaca del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, observa el profesor Rivera de Ventosa que “el mirar las cosas como creación de Dios y la inocencia de Francisco que así las contemplaba crearon ese peculiar clima religioso en el que germi- naron las bellísimas anécdotas franciscanas de convivencia con la naturaleza. Su atuendo de doctor no impidió a San Buenaventura ser largo en describirlas” 89 . ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA EN “NATURALEZA Y GRACIA” … 521 89 Ib. , p. 407.
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