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to de Asís ve vida y fuerza en la pobreza, resulta claramente incom- pleta, porque no percibe la hondura de su sentido, que no puede ser otro que la identificación del pobre con Cristo. Esta interpretación cristológica viene corroborada por una amplia secuencia de textos que el profesor Rivera de Ventosa aduce en su defensa. Tanto en la Regla Bulada , como en la Regla no Bula- da , queda patente que los hermanos han de abrazar la pobreza con sencillez y humildad, cual peregrinos y forasteros en este siglo. Por- que el Señor ha constituido en herederos de su reino a cuantos viven en pobreza y humildad. Son abundantes las citas evangélicas que corroboran esta primera regla de la vida de los hermanos meno- res. San Buenaventura afirma que Francisco se abrazó a la pobreza de tal modo que no hubo nadie tan ávido de oro como él de pobre- za, ni nadie fue tan solícito en guardar un tesoro como él en con- servar esta preciosa margarita evangélica. Pero la prueba más fehaciente de su abrazo de la pobreza se manifiesta en su vida. En un hermoso recorrido por algunos textos de la biografía del santo, escrita por T. de Celano, el profesor Rive- ra de Ventosa evoca algunos rasgos muy elocuentes, como el hecho frecuente de que San Francisco recitase y cantase con fervor y ale- gría los salmos que hablan de los pobres y de su esperanza, en especial el salmo sesenta y ocho, el salmo más citado en su obra escrita, que es un canto de los afligidos con el que sintoniza el alma de Francisco. Una vez mostrada la presencia constante de la pobreza en las palabras y obras del santo, el profesor Rivera de Ventosa se ocupa de buscar la raíz de la que surge y se alimenta este amor a la pobre- za. Y la halla en dos textos de San Pablo, uno dirigido a los corin- tios y otro a los filipenses, en los que el apóstol afirma que Cristo, siendo rico, se hizo pobre y se anonadó por nosotros en este mundo. Ambos textos son comentados por el propio Francisco, que los tiene siempre presentes, más aún, los completa señalando los tres momentos en que Cristo se muestra pobre, que comenta el pro- fesor Rivera de Ventosa con estas palabras: “En tres realizaciones históricas vieron que Francisco se fijaba especialmente en la pobre- za de su ejemplar Cristo: cuando nace en un pesebre, arrullado por humildes bestezuelas; cuando, en su ir haciendo el bien, pudo con- fesar que no tenía para sí lo que las zorras en sus madrigueras y las 518 PABLO GARCÍA CASTILLO
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