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dió llevar una vida humana auténtica sin apego a lo superfluo, movi- do por una serena y equilibrada espiritualidad. Todos estos rasgos destacados por Ortega expresan la admira- ción que sintió por su figura y por los valores que fue capaz de irra- diar a la cultura occidental. Incluso, a juicio del célebre ensayista, el santo de Asís abrió una senda de modernidad a la Iglesia, que ésta aún no ha transitado. Un camino de retorno a la pobreza y sencillez evangélicas, que exige podar el árbol dogmático, demasiado frondo- so para el clima intelectual moderno, dando mayor fluidez a la cre- encia. Sin embargo, hay un aspecto esencial del franciscanismo que Ortega no supo percibir, tal vez por su talante intelectual o por su falta confesada de vivencia religiosa. Es el misticismo del alma fran- ciscana, que tanto exaltó Unamuno. Seguramente fue este punto uno de los que produjo el desencuentro entre los dos grandes pen- sadores. Mientras Unamuno prefiere a San Juan de la Cruz frente a Descartes y a Santa Teresa frente a Newton, las preferencias orte- guianas son sin duda las contrarias. Sin necesidad de tomar una opción frente a otra, el profesor Rivera de Ventosa reconoce a los pensadores y científicos el innegable mérito de habernos mostrado el orden matemático y geométrico del cosmos, pero los místicos han abierto caminos no hollados del alma en su ascenso hasta la luz pri- mera y el bien que se difunde en el rostro de las criaturas más humildes de la tierra. Y esta luz es la que irradia la figura siempre actual de San Francisco. El último artículo del profesor Rivera de Ventosa sobre el fran- ciscanismo, que comentaré brevemente, es el que se refiere a la esencia de la pobreza franciscana. Es, como antes he dicho, su cola- boración más extensa y la penúltima que escribió en la revista. No obstante, es una de las más significativas por el tema tratado y por la riqueza de las fuentes que utiliza. El análisis de lo que constituye la esencia y el sentido de la pobreza franciscana se inicia con la con- frontación de las dos grandes interpretaciones de la misma, que son, a juicio del profesor Rivera de Ventosa, no sólo insuficientes, sino incluso erradas. Se refiere, primero, a la identificación de la pobre- za de Francisco de Asís con la pobreza cátara, que no puede ser aceptada, porque el sentido negativo del cuerpo que ésta entraña se halla muy alejado del valor innegable que el santo le atribuye. Y, en cuanto a la interpretación de Max Scheler, según la cual, el pobreci- ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA EN “NATURALEZA Y GRACIA” … 517
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