NG200503002
Vega. Aunque considera que la obra San Diego de Alcalá es una monstruosa composición dramática, sin embargo percibe en ella momentos hondamente impregnados de la exquisita poesía francis- cana. A juicio del severo crítico literario, Lope supo interpretar con acierto, en esta pieza dramática, lo que constituye la esencia de la poética caridad franciscana: el amor y profundo respeto por la vida de las criaturas. Sin embargo, no mereció juicio tan favorable su obra El serafín divino , en la que presenta al mismo San Francisco, en una obra de escasa consistencia dramática y carente de la estruc- tura interna adecuada. No obstante, lo que más ha destacado Menéndez Pelayo ha sido la importancia decisiva de la mística fran- ciscana, desde los tiempos del santo de Asís y de Ramón Lull hasta fray Juan de los Ángeles, sin olvidar a San Buenaventura, los libros más clásicos y bellos acerca del amor de Dios son debidos a plumas de los frailes Menores. Termina este recorrido por las páginas del insigne polígrafo español, concluyendo que Menéndez Pelayo no sólo fue un profundo conocedor de la espiritualidad franciscana, sino que la hizo suya y la transformó en apoyo firme en su camino intelectual de búsqueda de la verdad. Por lo que respecta al franciscanismo de Unamuno, el profesor Rivera de Ventosa, profundo conocedor de las vivencias religiosas del rector de la universidad salmantina, muestra la visión antitética de la paz en la guerra, que recuerda en su novela Unamuno y que fue el estado agónico constante de su espíritu durante toda la vida, frente a la paz sin guerra, una paz mística, que el pensador vasco atisba en el alma franciscana. Don Miguel recuerda tres momentos de su vida, en los que evoca la figura del santo de Asís, justamente por el remanso de paz que contempla a su alrededor. Primero, en París, desde donde sueña con el Campo de San Francisco de su dorada Salamanca, en el que tantos sueños tuvo y tantos futuros fue capaz de soñar. Este campo que lleva el nombre del santo le hace añorar y soñar también aquella paz que adivina siempre en el alma mística de San Francisco. El segundo lugar al que Unamuno asocia con San Francisco es Santiago de Compostela. El santo fue un humil- de peregrino a la ciudad del Apóstol y su recuerdo perdura en ella gracias a la labor continuada de los franciscanos. Y allí llegó tam- bién Unamuno, el cual evoca la sencillez del pobrecito de Asís al contemplar el sencillo templo de San Francisco. Una evocación que ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA EN “NATURALEZA Y GRACIA” … 515
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz