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hasta la suprema perfección que es la haecceitas , que constituye al individuo en cuanto tal. Y esta plenitud individual de la persona es la base de la dignidad de la misma, que dimana, por tanto, del orden de la esencia. Por ser una naturaleza singular intelectual, la persona humana tiene una peculiar dignidad. Pero, si ésta es la realidad esencial y primera de la persona, no es la última, ya que a ella se añade, en la concepción metafísica escotista, el carácter de depen- dencia que la persona tiene respecto al creador, una dependencia que Duns Escoto define como una relación trascendental. Y esta dependencia va constitutivamente inherente a la misma existencia. Ahora bien, esta dependencia no es actual ni aptitudinal respecto de otro sujeto, según la terminología escotista, lo que supone que el ser racional, no ya por su esencia, sino en cuanto existente, “se hace responsable ante sí, se reafirma en sí mismo y se cierra a las demás personas en la afirmación de su autonomía y autoposesión” 62 . Ésta es la razón de la incomunicabilidad y de la soledad metafísica de la persona, que Escoto definió como “ ultima solitudo ”. Por tanto, el primer plano metafísico de la persona en Duns Escoto, lo descubre el profesor Rivera de Ventosa en esa soledad metafísica, que proviene de la negación de la dependencia actual y aptitudinal, que concluye en la afirmación del propio ser y de su propia responsabilidad personal, raíz de la dignidad y grandeza del ser humano. Así la persona es plenitud de perfección en el ámbito de lo creado, pero la persona humana no es plenamente persona, si se la compara con la persona divina, porque tiene una dependencia potencial respecto al creador. Es así el hombre deseo radical de la plenitud divina, que le falta, lo que le reduce a ese ámbito de sole- dad última de su persona. Pero el segundo plano metafísico de la persona rompe esta soledad, ya que Duns Escoto añade el rasgo de apertura y relación que permite salir de esa situación. Precisamente la dependencia potencial de la persona es la que se transforma en la raíz de la aber- tura hacia Dios, salvando esa soledad última. El comentario del pro- fesor Rivera de Ventosa resulta muy claro, cuando dice que “la dependencia personal revela nuestra pequeñez. Pues donde hay dependencia hay limitación e imperfección. Y por consiguiente, 498 PABLO GARCÍA CASTILLO 62 E. Rivera de Ventosa, “Doble plano metafísico de la persona...”, O.c., p 280.

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