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metafísica y de este voluntarismo, que los franciscanos Alejandro de Hales y San Buenaventura elevaron al rango de voluntarismo meta- físico, dando un paso más en el camino abierto por San Agustín. Ese paso fue posible por la mediación del Pseudo-Dionisio, cuya teolo- gía negativa permite el ascenso a las cumbres de la visión metafísi- ca y mística de la trascendencia del primer principio. Así lo descri- be el profesor Rivera de Ventosa: “San Buenaventura utiliza tanto en filosofía como en teología, las intuiciones geniales de San Agustín al interpretar el dogma de la Trinidad, según la imagen de la misma en el alma humana. Pero es indudable que al mismo tiempo San Bue- naventura completa la visión psicológica trinitaria de San Agustín con la metafísica del “Bien” que bebió en fuentes platónicas, en esta ocasión, distintas de San Agustín. Un anillo une la dirección de la teología griega en la interpretación de la Trinidad con la de San Bue- naventura y de su maestro, Alejandro de Hales. Este anillo funda- mental es el famoso San Dionisio Areopagita, hoy llamado recta- mente Pesudo-Dionisio” 53 . A esta certera determinación de las fuentes filosóficas de la doc- trina franciscana sobre el Bien, sigue un largo y prolijo comentario de algunos textos del De divinis nominibus , que tal vez exigirían ciertas matizaciones, a la luz de la investigación actual, pero que bastan para mostrar la recepción de este texto en la filosofía medie- val y las indudables huellas que dejó en San Buenaventura. Para seguir con rigor la interpretación del profesor Rivera de Ventosa acerca de este punto esencial, citaré sus palabras, que revelan justa- mente esa transformación realizada por la escuela franciscana res- pecto al voluntarismo metafísico, que halla su fundamento en un nuevo concepto del amor, como ya comentamos en el capítulo ante- rior. He aquí el párrafo en el que se expresa la idea esencial: “Estos textos del Pseudo-Dionisio nos ponen ante los ojos la fuente donde bebieron los dos principios fundamentales sobre los que cimentaron su explicación trinitaria los escolásticos que siguieron la dirección de los Padres griegos. El primer principio lo enunciaron en la famosa fórmula ya citada: Bonum est diffusivum sui , que San Buenaventura recuerda en el capítulo VI del Itinerarium como base de su especu- lación sobre la vida trinitaria. El segundo principio lo resume San ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA EN “NATURALEZA Y GRACIA” … 489 53 Ib. , p. 16.
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