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Este triunfo de la gracia en la historia lo ha hecho patente de forma luminosa San Francisco. El profesor Rivera de Ventosa, en su artículo sobre el triunfo de la gracia en la historia, hace una precio- sa incursión en la aportación que San Francisco ofrece al misterio cristiano de la Ciudad de Dios. Para ello, realiza un comentario de la obra dramática que el poeta y pensador alemán, Reinhold Schneider escribió con el título de Inocencio y Francisco , una obra en la que se dan cita, en cinco actos, los grandes hombres y las grandes pasiones de las dos primeras décadas del siglo XIII. Inocencio III y Francisco de Asís son las dos figuras que simbolizan las fuerzas de la historia en un momento de máxima tensión. Frente al personaje que encar- na al poder de la época, Inocencio, Francisco es sólo “el pobre de los pobres”. Ambos simbolizan dos amores, dos ciudades interiores, que, como en la magna obra agustiniana, luchan por prevalecer en la historia. “Schneider, dice el profesor Rivera de Ventosa, concibe la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros como perte- neciendo simultáneamente a dos reinos: al de Dios y al del mundo. Se hallan en mutua tensión. Esta tensión entre uno y otro reino se manifiesta en que somos enviados al mundo a instalar en él el reino de Dios. Nuestra misión es ser testigos del reino de Dios, trabajar por su triunfo. Los cristianos, nos dice con gravedad este poeta pensador, somos personajes con plenitud de sentido histórico” 44 . Francisco, mejor que cualquier figura de poder de la Iglesia, supo vincular el reino de la gracia con la temporalidad. Hizo que, por medio de su pobreza y sencillez, descendiera la gracia a la tie- rra, esa gracia que es síntesis de todos los bienes que el amor gene- roso de Dios ha derramado sobre la naturaleza y sobre la historia de los hombres. Él supo hacer realidad la comunión de Dios con el hombre, uniendo con el anillo de su santidad nuestro tiempo de miseria con la dichosa eternidad de Dios. Él vivió el amor de Dios y revivió la encarnación, que hizo entrar la eternidad en la historia. Fue una viva imagen de Cristo, en forma de sublime y entrañable mendigo. Y su figura nos hace entender el sentido cristiano de la historia mejor que un tratado filosófico o teológico. Tal vez la idea que mejor recoja este sentido cristiano sea la de presencia de Dios 482 PABLO GARCÍA CASTILLO 44 E. Rivera de Ventosa, “San Francisco o el triunfo de la gracia en la histo- ria”, Naturaleza y Gracia 9 (1962) 55.

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