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penetración el título mismo de la revista franciscana que él fundó, porque explica con lucidez cómo la gracia divina eleva la naturale- za humana hasta la cumbre de su amor. He aquí unas palabras suyas que bien pudieran figurar como expresión del sentido de la revista Naturaleza y Gracia : “En nuestra ascensión a Dios partimos, pues, de la naturaleza en lo que ésta tiene de más elevado en nosotros: el espíritu. Este espíritu siente inextinguibles aspiraciones por un eros natural. Pero, ¿por qué estas aspiraciones no pueden impregnarse de la gracia de Dios para lograr, unidas naturaleza y gracia, la unión plena con Él?” 39 . Con estos tres artículos, y algunos otros que hemos tenido que dejar a un lado, puede reconstruirse perfectamente la génesis de esos temas esenciales del pensamiento cristiano del profesor Rivera de Ventosa, que se asienta sin duda, en la afirmación rotunda de una sabiduría cristiana, que aporta a la filosofía griega, primero, una idea de la historia desconocida por aquélla y una visión del amor divino, como generosa creación y entrega de su gracia a los hombres, que supera y enaltece el amor griego del deseo ascendente de la belle- za. El amor cristiano, cuyos rasgos definitivos traza con vigor el pro- fesor Rivera de Ventosa, constituye el punto de apoyo de la filoso- fía cristiana, porque, si Dios es amor, como dice San Juan, o es el Dios del amor, como afirma San Pablo, el mandamiento nuevo del evangelio no es más que la invitación a practicar con los hermanos ese amor inmotivado y creador. Y, aquí radica el meollo de la con- cepción filosófica del profesor Rivera de Ventosa, en la que el bien, que se difunde por naturaleza, según la conocida imagen neoplató- nica, no lo hace de forma impersonal y necesaria, sino como la donación libre de un amor personal. Ese carácter personal del amor divino, que desciende a la naturaleza humana para elevarla hasta Él con su gracia, es el fundamento de la visión cristiana de la historia. Una visión que, en opinión del profesor Rivera de Ventosa, ha sido abandonada durante siglos por el pensamiento cristiano, a pesar de contar con la primera magna obra en que se plasmó un magnífico programa para proseguir su estudio, que fue La Ciudad de Dios del genial San Agustín. En esa senda quiso avanzar la investigación filo- sófica y teológica sobre la historia, desde el horizonte de su pensa- ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA EN “NATURALEZA Y GRACIA” … 479 39 Ib. , p. 25.

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