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perfección, aunque, para recorrer la incierta travesía de la vida, le ha anudado a la carne. El hombre es, por ello, espíritu encarnado, que ha de cultivar la técnica que le ayuda a sobrevivir, y la sabidu- ría espiritual, que le haga remontarse hasta la felicidad anhelada. Así, la vida humana se convierte en un itinerario del hombre hacia Dios, que ha de recorrerlo, según la bella imagen de San Buenaven- tura, aprendiendo a leer en los tres libros que Dios ha compuesto para que el hombre lea en ellos la imagen de su creador y alcance la salvación. El primer libro es el de las criaturas, vestigios de Dios, que revelan y manifiestan a su autor. Este libro era claro y eficaz antes del pecado, pero a causa de éste, se ha vuelto enigmático y oscuro, de forma que ahora vemos “como en un espejo oscuro”, según la feliz expresión paulina 31 . Ante esta difícil lectura humana, Dios procuró al hombre otro libro, el de la Sagrada Escritura, que contiene la revelación divina que nunca ha faltado ni faltará al hom- bre, desde el principio del mundo hasta el fin de los tiempos. Mas, porque no todos escuchan y obedecen esta revelación, “Dios ha provisto al hombre de un tercer libro, el libro de la vida, que no es otro que el Verbo de Dios de quien dice San Juan en el prólogo de su evangelio: “illuminat omnem hominem venientem in hunc mun- dum” ( Joh ., I, 9)” 32 . Para alcanzar esa luz que necesita en el camino de su vida, el hombre ha contado en todas las culturas con la sabiduría, que es anterior a la filosofía. La sabiduría antigua de indios, persas y chinos señala ese camino de salvación que sus respectivos pueblos han de seguir, pues los sabios conocen y muestran esa senda misteriosa por la que se eleva el espíritu hasta las cimas del saber esencial. Tam- bién los griegos llamaron sabiduría a este saber que orienta la vida según las verdades últimas. La filosofía nació, en cambio, como un saber teórico acerca del universo, de su orden y su movimiento armónico, un saber vuelto hacia la naturaleza, pero alejado de la preocupación esencial y práctica por la salvación del espíritu. El conocimiento filosófico abandonó pronto el inseguro terreno de los mitos y de la sabiduría inefable de los misterios de la vida humana. Pronto se sintió como un conocimiento científico y técnico lleno de ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA EN “NATURALEZA Y GRACIA” … 473 31 1 Cor . 13, 12. 32 E. Rivera de Ventosa, “Sabiduría y filosofía...”, O.c., p. 186.

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