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do de un “vago romanticismo vasco” alimentado en leyendas autóc- tonas recreadas por Navarro Villoslada, Goizueta, Trueba… 19 . 2.2. S EGUNDA ETAPA (1880-1897) Va de su formación universitaria en Madrid (Facultad de Filoso- fía y Letras) al nacimiento e inmediata enfermedad de Raimundo, su tercer hijo. En las aulas del caserón de la calle Ancha de San Ber- nardo, antiguo noviciado de jesuitas, sede a la sazón de la Universi- dad Central, noviciado laico para la vida civil, “le iniciaron en la filo- sofía perenne y en el culto tradicional a España” 20 . De este período destacamos ante todo la primera crisis importante de su vida; una crisis bipolar de carácter religioso-étnico que sufrió al contacto con la mentalidad racionalista y positivista de ciertos círculos de la capi- tal de España. Su fe católica se vino abajo y se desencató de su eus- karismo romántico, filológico y racial. “Aquel muchacho pálido y tristón” que salío de su “maternal” Bilbao dejando atrás novia y madre, no bien universitario “quebró la seguida de sus misas regu- lares” y, no tardando mucho, sin perder morriña y melancolía, oyó su “última misa sincera” 21 . Tallo tierno trasplantado a tierra de cultu- ra hostil, la suya originaria sufrió de anorexia, y su fe ingenua e infantil y la luz y las raíces de ella, fueron apagándose y secándose encharcadas en racionalismo europeo (Hegel, Spencer, Ribot…), desamparadas de una instrucción religiosa oportuna y adulta. Tam- bién, aunque sin ser formado en el krausismo, pues ya había pasa- do su época dorada, llegó a respirar, como él mismo dice, “el aire espiritual krausista, difuso todavía en el ámbito culto, allá por los años de 1880” 22 . Estas filosofías le llevaron a profesar “un furioso agnosticismo” 23 . El mismo confesó que “en puro querer racionalizar 426 ANTONIO HEREDIA SORIANO 19 Ib ., 151, 165, 428. 20 Ib ., 1188. “ A mis 19 años –recuerda– había cobrado ya siglos de tradición española. Siglos que me consolaban de la soledad aneja a esa edad agorera. Porque la mocedad de diecinueve años suele ser una soledad” (VIII, 1169). 21 I, 580; VIII, 262, 268, 518, 1231.– Cf. Epistolario americano (=EA). Ed. de L. Robles. (Salamanca 1996) 549. 22 IV, 1127. 23 VIII, 341.
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