NG200503001

no. Allí recibió lógicamente la base de su cultura general y la prepa- ración para la Universidad. De esa etapa adolescente, no menos inge- nua, soñadora y melancólica, recordará con fruición los largos pase- os que daba diariamente por prescripción médica. “Pocos goces más serenos y más hondos –dirá después– que el goce que por entonces me procuraba un paseo” 15 . Costumbre que, como se sabe, no aban- donó nunca. También sus veraneos en Deusto le “abrieron el alma al sentimiento del campo”. Tanto en lo uno como en lo otro era el con- tacto con la Naturaleza lo que le descansaba y le hacía soñar. De esos años recordará también con calor la poesía de Zorrilla, algunas novelas de Galdós, la lectura de Las Nacionalidades de Pi y Margall y el muy intenso contacto con Balmes y Donoso Cortés, úni- cos escritores de filosofía que había en la biblioteca de su padre 16 . Estos autores españoles fueron “el fermento primero” de su espíritu, sobre todo a partir de los catorce años en que comenzó a sentir atrac- ción por la Filosofía, la Psicología y “los misterios del espíritu” 17 . Tam- bién tuvo a esta edad ansia febril de “esclarecer los eternos proble- mas” y una intensa y casi mística vivencia religiosa nutrida de “altos pensamientos ultramundanos… ¿Y quién no soñó alguna vez con ser santo?” ¿O con ser monje? El lo confesó de sí. Y, en efecto, lo soñó, como dijo, en “una edad en que la mente no podía aún fijarse en el tremendo misterio del mal, de la muerte y del sentido” 18 . Aquella experiencia religiosa, íntima y conmovedora, la tuvo en la Congrega- ción jesuítica de San Luis Gonzaga, de la que por estos años finales de su adolescencia fue secretario de su Junta directiva. “Eterna memoria y fecundo surco”, según sus palabras, dejó en su espíritu aquella Congregación. En resumen, de su adolescencia salió fervoro- so católico y convencido liberal, “enamorado del saber” y pertrecha- HACIA UNAMUNO CON UNAMUNO 425 15 Ib ., 136. 16 Ib ., 419-421. “Mi padre dejó una modesta biblioteca, en la que apacenté mi espíritu infantil” ( Ib ., 234). 17 Ib., 144-146. A Balmes y a Donoso, a quienes leía de noche a la luz de una vela, quizá les deba, como dijo luego, “el pesimismo trascendente que me ha servido de base al empuje con que he venido luchando en la vida civil y cultural... Mi espíritu... empezaba a temblar ante el misterio” ( Ib ., 475-476). Había también en la biblioteca de su padre una España pintoresca muy ilustrada. ¿Empezaría ahí su inicial curiosidad e interés por las cosas de España? 18 VIII, 144-147, 269.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz