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sentaba en capillitas de juguete fabricadas por él y sus amigos; o la honda impresión que le causaba la lluvia de pétalos de rosas caída sobre el Santísimo Sacramento en su Custodia durante la procesión del Corpus 8 . Era además Unamuno a esta edad, callado, “reservado y taciturno” 9 , imaginativo, ingenuo, inocente, cándido…, un tanto simple, pero no menos inteligente y con reconocidas cualidades. Se le daba bien el dibujo 10 , el arte de construir pajaritas de papel 11 y contar cuentos. Esto último lo ejercitaba en su colegio por encargo del maestro en las tardes lluviosas de los domingos. Se inspiraba para ello en sus lecturas de Julio Verne y del Capitán Mayne Reid. Más tarde interpretó esta cualidad como anuncio precoz de su “vocación literaria” 12 . De todos los recuerdos de su niñez, el suceso que le dejó más profunda huella fue el bombardeo de Bilbao por las tropas carlistas en febrero de 1874. Nueve años y pico tenía, punto de inflexión entre su edad antigua y su edad media, en palabras suyas. De esa experien- cia rememoraba con hondo sentimiento expansivo, hasta el punto de haber dejado en él indeleble recuerdo de exaltación liberal, la entra- da de las tropas libertadoras. Fue “uno de esos espectáculos que bajan al fondo del alma de un niño y quedan allí formando parte ya de su suelo perenne, de su tierra espiritual...” 13 . Nada extraño teniendo en cuenta que respiró en su familia, desde la cuna, “el liberalismo del glorioso siglo XIX” 14 . Luego vino el Bachillerato en el Instituto Vizcaí- 424 ANTONIO HEREDIA SORIANO pimpinito, // me fui por un caminito, // le encontré a una mujercita // toda vestida de blanco; // le dije: ‘Mujer cristiana, // ¿no has visto a Jesús amado? // Sí, señora, yo le he visto; // por allí arriba ha pasado; //los perros de los judíos // por detrás le iban tirando...” (VII, 1097). 8 VIII, 103-104, 128, 1175. 9 VIII, 1236.– Recordando su niñez decía que entonces “hablaba muy poco, distraído en ir soñando lo que pasaba. No tenía nada que decir; todo que oír” ( Ib .). 10 Aprendió a dibujar con Lecuona, pintor que tenía su estudio en una buhar- dilla de la casa donde vivía Unamuno (VIII, 268, 157-160). 11 Fue la gran diversión de sus primeros años. “Las pajaritas han llenado como juguete favorito y casi único más de dos años de mi infancia” (VIII, 179, 184, 202). 12 VIII, 105, 236, 311, 428. 13 Ib ., 130.– Refiriéndose a las tropas carlistas, representantes del tradiciona- lismo político español, recordaba Unamuno en 1917: “Yo empecé mi vida siendo niño en un pueblo que fue bombardeado por esas hordas” (IX, 356). 14 VIII, 1245.

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