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456 ANTONIO HEREDIA SORIANO Liberal de corazón al estilo de “nuestro glorioso siglo XIX”, viendo ya en 1936 el cariz que iba tomando la vida nacional, verda- dero reñidero de gallos dedicado “a hinchar cocos” y en el que se exacerbaba el “culto a la matanza”, Unamuno –él mismo lo dice– “siente la congoja de sentirse en una casa de locos” 160 . Y conforme avanza el 36, su diagnósitco anota negrura sobre negrura, y habla del “rebajamiento de la mentalidad media, el de la insanidad men- tal –y, por lo tanto, moral– de la generación actual..., esa furia de barbarie... Es, sin duda, una devastadora epidemia de morbo men- tal, de locura... Creeríase que España se ha vuelto un manicomio suelto” 161 . Y cuando en abril rebrota la quema de iglesias y la pro- fanación de tumbas conventuales, y continúa como reguero intermi- nable el goteo de asesinatos por ideas políticas y religiosas, las revueltas callejeras y su griterío provocador y otras manifestaciones de violencia física o verbal, Unamuno vuelve a hablar de “disolución mental” y de “demencia disolutiva” 162 . Y escribe a su amiga E. Clouard a tres meses escasos del 18 de julio: “Las cosas públicas de aquí... van francamente mal. Y no se trata de comunismo sino de sindicalismo anarquista, que es el que ha triunfado. Los nuevos republicanos carecen de fuerza. Y lo que ahora crece es el fascismo. Y tendremos el choque de dos grupos igualmente irresponsables e inconscientes...” 163 . Más aún, a la vista de la “locura comunal” que le envuelve y atosiga, llama Unamuno la atención sobre el “pavoroso problema de la relación entre la conciencia colectiva y la individual”, y piensa que en España, a semejanza de lo que parecía estaba sucediendo en la Rusia soviética, se está produciendo el “trágico hundimiento de la 160 VII, 983, 1144-1146; VIII, 1245-1247. 161 IV, 1314-1315. Hasta tal punto llega su descorazonamiento por lo que veía a su alrededor, que llega a decir en febrero del 36: “¡Cuántas veces ha pasado por la mente de este comentador que os habla el triste presentimiento -congojosa cora- zonada- de tener que volver a expatriarse, desterrarse de la tierra nativa, de la patria, para no contagiarse y enloquecer también! [...] “¡Hay que tomar partido!”, gritan los locos de todos los partidos, y uno presiente haber de tener que tomar el partido de partirse del campo de batalla que se está haciendo su pobre patria expuesta a la demencia furiosa” ( Ib ., 1316).- Cf. RE, O.c., en n. 2, 413. 162 “Potencias limbales”, en RE, O.c., en n. 2, 419. 163 EI, O.c., en n. 1, 346.

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