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decadencia física, pues aunque no se cansa de repetir que se encuen- tra bien de salud y con la cabeza despejada, ya en 1931 confesaba en la intimidad que empezaba a sentir “los achaques de la edad”. Esa con- ciencia se agudiza a partir de la primavera del 36 en que, además de reconocer que no tiene la “agilidad mental” de antes y que ya le “cues- ta viajar solo”, comienza a notar en su cuerpo los efectos del reuma artrítico, localizado principalmente en la pierna izquierda 153 . Y en junio de 1936 declara ya sin embozo y con significativa expresión: “Mi salud no es la que era...; me siento ¡ya al cabo! envejecer, y el cuidado de dejar en regla mis cosas antes de tener que irme de este mundo” 154 . Así, Unamuno, atrapado entre sus hondas soledades, con clara conciencia de que el tiempo se le va, decepcionado de aquella República, muy crítico del ambiente que él veía masificado y des- personalizado, preocupado “por el terrible progreso de la estupidi- zación ambiente” 155 , “con el ánimo amargado” en medio de aquel temporal político-religioso 156 , acrecentando su pesimismo escéptico y melancolía, “encorvado de alma” y temeroso al cabo de la trage- dia que según él se cernía sobre España... 157 , arrastrado por todo ello fue buscando cada vez más recogimiento en sí, en Salamanca, en la “celda” monástica de su casa; fue evitando en cuanto le fue posible el contacto directo con la masa, el público, los hombres; fue refugiándose cada vez más en la escritura y huyendo del mitin o conferencia, por ser aquélla, decía, instrumento de mayor intimi- dad 158 . Y no dejó de apelar, por contraposición a la revolución ambiental, dramática (trágica unas veces, cómica otras), a la que él llamaba revolución épica y lírica; esto es, a la “revolución de verdad. Que es la de decir la verdad, que no reconoce partido” 159 . HACIA UNAMUNO CON UNAMUNO 455 153 EI, O.c., en n. 1., 285, 346-348; VIII, 1147. 154 EA, O.c., en n. 21, 564-565 155 EI, O.c., en n. 1, 317. 156 VIII, 1244, 1252. 157 Ib., 1252.- Firmó un manifiesto para prevenir una guerra civil entre espa- ñoles (ES, O.c., en n. 24, 456). 158 VII, 1070, 1149; VIII, 1248-1250.- “Quisiera uno recojerse a ratos para reha- cerse su alma propia”, escribe en abril del 36 (VIII, 1252). “Desde hace algún tiem- po –dice en junio del mismo año– salgo lo menos posible de aquí, de mi Salaman- ca” (EI, O.c., en n. 1, 347), “Ya no cuento el correr del tiempo que era mi preocupación vital” (EA, O.c., en n. 21, 557). 159 VII, 1149, 1152; I, 681.

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