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interesó sobre todo la contemplación del misterio del destino huma- no 131 . Y no es que le resbalaran los problemas prácticos, es que su solución radical la hizo depender en ultima instancia de las grandes cuestiones que se ventilan en filosofía y religión. Por eso, en medio de aquel sexenio de agitación política, de exaltaciones y depresiones ideológicas, de urgencias cotidianas..., re-pensó y re-sintió los gran- des temas de su vida. En lo momentáneo le interesó lo que él llama- ba la “actualidad permanente” 132 . De ella ejerció con toda conciencia en el último recodo de su vida el papel de “comentador de oficio”. Este es el Unamuno que nos incumbe explorar aquí. ¿Qué tono espe- cial, si es que lo tuvo, dio a los vértices de su triángulo mágico: Dios, España, Muerte/Inmortalidad? Es lo que vamos a ver. Pero antes con- viene recorrer los hechos más significativos que jalonan su biografía en la antesala de este su último tramo. Los inicia cruzando la frontera de Francia por Irún los primeros días de febrero de 1930 y, como no podía ser de otro modo, con ánimo luchador, polémico y crítico. Es lo que todo el mundo espe- raba de él y él de sí 133 . “Volvíme a España –escribe más adelante– 448 ANTONIO HEREDIA SORIANO 131 Unamuno volvió a España “para reanudar aquí, en el seno de la patria, mis campañas civiles, o si se quiere políticas. Y mientras me he zahondado en ellas –dice– he sentido que me subían mis antiguas, o mejor dicho, mis eternas congojas religiosas, y en el ardor de mis pregones políticos me susurraba la voz aquella que dice: ‘Y después de esto, ¿para qué todo?, ¿para qué?’ Y para aquietar esa voz o a quien me la da, seguía perorando a los creyentes en el progreso y en la civilidad y en la justicia, y para convencerme a mí mismo de sus excelencias” (VI, 306). 132 V, 1186. 133 Marañón le había escrito poco antes diciéndole que con su ausencia “la casa había quedado muda y vacía. La vuelta de Unamuno –le dice– la poblará de nuevo de fecunda inquietud” (ES: O.c . en n. 24, p. 350). –Al poco de pisar tierra española escribe a su amigo J. Cassou: “Renuncio por ahora... a expresarle la emo- ción y conmoción de mi regreso a España. Jamás pude esperar que sería recibido como lo he sido. Y aún me falta la entrada en Madrid... Y ahora de nuevo mi ago- nía por España” (EI, O.c . en n. 1, p. 269. También dejó en su Cancionero un breve poema en el que, después de autoproclamarse “Dios español”, alude a la lucha que se avecina: “Calla, canción; canción, calla / que en fragores de batalla / Dios espa- ñol rompe a hablar; desde el riñón de su tierra / vuelto a la vuelta de guerra / oigo tu silencio, mar” (VI, 1329)–. En otro lugar ve su regreso como “etapa de trajín y trá- fago” (EI, O.c . en nota 1, pp. 270-271). –“Llevo muy en lo dentro de mis entrañas espirituales la agonía, la lucha, la lucha religiosa y la lucha civil...”, dijo en octubre de 1930; y se llamó por contraposición a dogmático, escéptico, agónico, polémico.
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