NG200503001

“De un lado estamos los que no nos podemos resignar a esa vida..., a la mortalidad del alma individual, estemos o no persuadidos de que haya una vida ultraterrena, tal como la concebía la sencilla fe medieval, y de otro los que no se hartan de predicarse... que es menester contentarse con esta vida...” 120 . Sigue teniendo, pues, ahora también, “hambre, sed y ardor de inmortalidad”, pero no menos el sentimiento de la muerte 121 , paso necesario aunque dolo- roso si se han de satisfacer aquellas sensaciones. Una muerte seria, no teatral, como acto final de una vida consciente. Su artículo de 1924 sobre el cementerio “Père Lachaise” de París, ayuda a com- prender no sólo la sepultura elegida para él y su familia en Salaman- ca, sino la idea que tenía de la muerte, hecha imagen en la envol- tura material en que sus restos se encerraron. En aquel cementario de París –dice–, “terrible escenario de la feria de vanidades..., se ve todo menos la majestad de la muerte” 122 . Justo lo que resplandece por su austera sencillez en el sepulcro salmantino de Unamuno y su familia. Allí, con él y en él, quedó enterrado para vivir (¿dónde y cómo? ¡Es el misterio!) su famoso triángulo mágico. Pero no adelan- temos... Parece que la consideración de la muerte, a la que tanto se vol- vió Unamuno, arrastre de suyo un tono melancólico y pesimista. Pero a pesar de que se le acusó de eso, sobre todo de lo último, él lo critica, o mejor, lo matiza 123 . Pesimismo no es derrotismo, y en HACIA UNAMUNO CON UNAMUNO 445 120 Ib ., 321. 121 VIII, 435.- De 1926 son estos versos: “Se oye uno en Dios; se vive; / se va muriendo en El cada momento; / la muerte se recibe –como la vida– / y se sueña acostado en el cimiento / y de la muerte así el alma se olvida.../ [...] y me pierdo en mi Dios justo y clemente.../ [...] nos da lo suyo, vida y nos enquicia / en su divi- na esencia; / no nos quita lo nuestro, que es la muerte / y vida en muerte, muerte en vida es nuestra suerte. / ¡Ay pobres olas breves, gemidoras...! / [...] ¡Ay pobres olas náufragas..., con el parto os amaga / la muerte en rato corto!”. (VIII, 656-657).- ¿No es esta frase, también de 1926, una como premonición de su último día?: “Y en tanto nieva sobre mi España, nieva espiritualmente, cae sobre ella la muerte civil con el silencio de una nevada” (VIII, 660).- Cf. también pp. 709, 747, 749, 752. 122 VIII, 625. 123 Unamuno, recordando su tierra natal, matiza en 1915 el sentido de su pesi- mismo: “¿Quién me ha hecho esta alma que ha gozado en el combate, que ha com- prendido lo del dolor sabroso teresiano, que ha hallado la alegría de la tristeza y la tristeza de la alegría, que ha hecho de un pesimismo trascendente el sostén del

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz