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de la inmortalidad del alma humana, no puedo soportar que se quiera hacer dogma docente del ateísmo y del materialismo” 111 . Hoy como en sus días de joven universitario en Madrid, la razón –tela de araña ilus- trada– seguía ocultándole la presencia del Dios vivo, pero no por eso dejó de tener el sentimiento de lo divino. Y no sólo eso, su sed de eter- nidad personal al margen de la creencia en la inmortalidad evitó, según él, que Dios se suicidara en su conciencia 112 . Allí estaba su Dios para ser pensado y sentido; él necesitaba de aquella presencia..., para vivir. Es el significado profundo de aquella intuición suya de que “la historia es el pensamiento de Dios en la tierra... y si Dios no piensa nosotros no vivimos. Y queremos vivir. Aunque sea en prolongada agonía del alma”, escribía en 1922 113 . Pero lo mismo que necesitaba a Dios para vivir, necesitaba a España: dos figuras indesligables para él de salvación y de sentido. Y así como Dante buscó a Dios “en la soledad de su alma de desterrado..., a través de las luchas civiles de su pueblo”; así Una- muno buscó a Dios y a su patria 114 . “A través de mí mismo –decía en 1927–, traspasándome, llego al Dios de mi España en esta experiencia del destierro” 115 . Toda su obra, la que “haya de perdurar en vida de espíritu, se debe a que ha sentido con intensa pasión la historia de su patria” 116 . Y de tal modo la pensó, la sintió y la llevó, que casi siempre antepuso el posesivo “mi” cuando hablaba o ecribía de ella 117 . ¿Pero qué fue en última instancia España para él? Una nación; esto es, un “pueblo con misión en la historia universal” 118 . Y es que la vida es de suyo eso, “misión”, idea que recoge de Mazzini 119 . El otro vértice de su famoso triángulo, solidario de los otros dos, no fue objeto de menos intensidad reflexiva y meditativa en esta etapa. La humanidad –dice– puede dividirse en dos bloques: 444 ANTONIO HEREDIA SORIANO 111 VIII, 398-399, 470. 112 Ib ., 462, 476, 491-492, 494, 498, 610, 618, 624. 113 Ib ., 476, 491, 687-688, 720, 721. 114 Ib ., 695. 115 Ib ., 766. ¿Tendría esta misma experiencia en su último “destierro”, en su casa de Bordadores? 116 Ib ., 480. “Tengo que salvar mi España, que la llevo en mí”, escribía en 1920 (VIII, 430). 117 Ib ., 430, 645, 648, 660, 666, 679, 685, 730, 766...).-”El amor a España -dijo recordando a Ganivet- ha unido nuestros nombres” (VIII, 638). 118 IX, 315. 119 VIII, 338.

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