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logía, de la “locura a lo divino”, de la poética..., como vías de acce- so a la libertad radical y a lo real. Nada vivo y verdadero se alcan- za fuera de esas vías. Por ellas caminó Unamuno del catolicismo infantil al cristianismo, del nacionalismo étnico o jacobino (vasco o español) al ancho, fraterno y universal patriotismo hispano y la his- panidad, de la razón a la fe, de la inteligencia al sentimiento, de la actualidad a lo eterno, de la ciencia a la sapiencia, de la filosofía a la mística, de las ideas al pensamiento, del pensar intelectualista a la amorosa meditación... 72 . Pero el tránsito fue de ida y vuelta y no pacífico. No hubo síntesis o armonía ni superación dialéctica de los contrarios sino lucha y tensión. Osciló entre los extremos, sintiendo la contradicción íntima como principio fecundo de vida espiritual. De ahí su optimismo trágico o pesimismo trascendente 73 . Y el uso metódico de la paradoja 74 , la metáfora, el descaro cínico, la ironía..., maneras todas de no dar por cerrado temas ni problemas. Agitador y reformador, predicador y director espiritual..., fue su sino a partir sobre todo de esa crisis, que fue total, subversiva 75 . A raíz de ella se sintió llamado, forzado como por imperativo superior, a clamar en el desierto... oportune et inoportune ... contra el “sanchopancismo ambiente”, contra la “ramplonería”, contra la “barbarie espiritual” de una época, la suya, embozada “bajo exterioridades de civilización formal”. A muchos comenzó a chocarles la posición de idealismo que comenzó a adoptar en los más de los asuntos. El mismo empe- zó a autollamarse “soñador” 76 . Pero –¡cuidado!– a Unamuno no le van las etiquetas de reata: él se sintió no más que espiritualista 77 . Fue éste el tiempo fuerte de su correspondencia privada 78 y el de su consagración como escritor público, serio y adusto para muchos, arisco y desabrido, quisquilloso, malhumorado y provoca- tivo, poco inteligible, algo sibilítico..., “que tiene la manía de llevar 436 ANTONIO HEREDIA SORIANO 72 I, 942-943; VII, 725-730; VIII, 287-288, 630, 845, 864. 73 VII, 187; VIII, 306, 476. 74 VIII, 275, 287, 302, 306-307. 75 “Teniendo espíritu investigador –dice en 1903–, las circunstancias me han hecho agitador hasta cierto punto. Echar semilla y procurar que germine” (IX, 124). Cf. también VIII, 266-267, 288, 297. 76 VIII, 214-217, 243-246. 77 Ib ., 303. 78 Ib ., 485-486.
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