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ritu y con el significado profundo de la historia de España, comen- zó a ver con mirada más penetrante el paisaje castellano 66 . No parece sino que aquella crisis fue para él en el fondo la reve- lación sui generis de una vocación profética singular 67 . Probablemente fue su fruto más jugoso. A raíz de ella se sintió llamado, inesperada- mente, a ser portavoz de “otro mundo”, de otros valores, de un mundo nouménico, interior, espiritual, misterioso, eterno..., que captó a través de un ensimismamiento trascendente alimentado, entre otros veneros, en lecturas agustinianas de tradición católica o luterana 68 . En los acon- tecimientos del tiempo histórico y del más vivo presente..., en todo buscó más que el pasado o la actualidad en cuanto fenómenos, su substancia moral y permanente 69 . Por eso a partir de ahora, más que la ciencia le interesó la sabiduría. Fue dejando atrás la fascinación por las ideas y asumiendo lo concreto, lo personal, lo sapiencial, el espíritu... 70 . Es lo que aparece en algunos de los escritos más significativos de esta época: Diario Íntimo (1897-1902), Nicodemo el fariseo (1899), los Tres ensayos (1900), Vida de don Quijote y Sancho (1905), Mi religión y otros ensayos breves (1910) y sobre todo en su obra mayor, Del sentimiento trágico de la vida (1913), la obra de su madurez intelectual, a la que se dirige cuanto escribe en este tiempo y de la que procede lo más per- sonal suyo hasta su muerte. En todo se observa el intento de captar el mundo de la vida como un misterio insondable abierto a la verdad, no precisamente a la razón 71 . De ahí el papel de la intuición, de la mística, de la mito- HACIA UNAMUNO CON UNAMUNO 435 66 Cf. n. 54. 67 VIII, 802, 804.– Cf. la carta de Unamuno a Múgica citada en nota 56. 68 VIII, 288, 300-303. 69 Ib ., 228, 783. 70 I, 941, 1099; VIII, 227, 231, 288, 303, 788. 71 La gran crisis le llevó a distinguir más finamente entre la verdad y la razón, situando aquélla del lado de la humildad (moral) y ésta de la lógica (arte). “Muchas veces he escrito de la diferencia entre la razón y la verdad sin entenderlo bien. Aquí abajo, en las disputas a que Dios nos dejó entregados, logramos tener razón, pero verdad es el asiento y la paz [...] Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas, y la verdad se busca con la humildad [...] Por la humildad se alcanza la sabiduría de los sencillos, que es saber vivir en paz consigo mismo y con el mundo, en la paz del Señor, descansando en la verdad y no en la razón [...] Quisiera no hacer de la verdad razón, de la inefable verdad razón sujeta a figuras lógicas [...] Adveniat reg- num tuum ; el reino de la Verdad, no el de la Razón”, escribió y rogó a Dios en su Diario íntimo (VIII, 739, 777, 780).– En la temprana fecha de 1885 le había atraído Sófocles, que dijo que la verdad puede más que la razón (IV, 135).

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