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Tras esa experiencia sintió en sí un cambio tal que habló del “milagro” de su mudanza 60 . Toda la etapa anterior, la de su idealis- mo, racionalismo, positivismo, socialismo, anarquismo, fenomenis- mo teórico..., toda le pareció de pronto “transfigurada a una nueva luz” 61 ; luz que procedía del fondo de su niñez y adolescencia, de la cultura intelectual y religiosa entonces asimilada y de la fe católica entonces profesada 62 . Sintió un deseo intenso y repentino de bauti- zar la segunda etapa de su vida con el agua de la primera..., pero lo que resultó fue sencillamente la tercera etapa y acaso ya el resto de su vida. Un tiempo transido de espiritualidad profunda y exigente; y angustiada sobre todo en los años que consideramos. Más aún, en medio y a continuación de la gran crisis experimentó la angustia de querer y no poder dar nueva vida a su fe infantil; de querer y no poder despertar del “sueño” racionalista. Y con tanta “ingenuidad” intentó lo primero y de tal manera vivió la dualidad de lo segundo que cayó ante sí mismo en sospecha de superstición y de locura 63 . Por lo pronto se alejó del “desierto” de su intelectualismo ante- rior, que le llevaba al nihilismo, y tematizó la fe como fuerza crea- dora 64 . También relativizó los tópicos de la modernidad y del huma- nismo secular (racionalismo, cientifismo, progresismo, utilitarismo, economicismo, inmanentismo, hedonismo, positivismo...) y puso definitivamente en el centro de su alma el problema religioso y el del destino personal. “Hubo un tiempo –nos dice a los pocos años de su conmoción espiritual– en que no lograba yo orientarme; vol- víaseme todo llevar de una parte a otra la mirada, escudriñando el horizonte, sin conseguir norte alguno. Erraba a la ventura. Hasta que llegó día de hastío y desengaño, y entonces cerré los ojos y al cerrar- los se me apareció la estrella del norte, a la cabeza de su constela- ción gloriosa” 65 . También, más identificado con los valores del espí- 434 ANTONIO HEREDIA SORIANO tía al Dios vivo, que habita en nosotros, y que se nos revela por actos de caridad y no por vanos conceptos de soberbia. Hasta que llamó a mi corazón, y me metió en angustias de muerte” (VIII, 778). 60 VIII, 781. 61 Ib ., 843. 62 Ib ., 841, 844, 846. 63 Ib ., 811, 814, 826-827, 843, 850. 64 Ib ., 783-785, 793, 795, 811, 814. 65 VII, 8; VIII, 214, 243-247, 792; I, 940-946.

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