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2.3. T ERCERA E TAPA (1897-1913) Es la etapa central de su vida, la de su trayectoria más perso- nal, aquella en que logró ser, como dijo, un “solitario” que solía adoptar una “posición de idealismo... en los más de los asuntos...; un solitario que vive en una vieja ciudad castellana, preocupado por el problema religioso y angustiado por el misterio de lo que ha de ser de nosotros después de la muerte...; un solitario contempla- dor...” 55 . Esta nueva singladura comenzó con la “honda crisis de con- ciencia” de marzo de 1897, que le despertó del “sueño” racionalista de sus años pasados devolviéndolo al fondo originario de su vida primera 56 . En el inicio fue algo fisiológico, un golpe súbito de san- gre al corazón, una neurosis cardíaca en medio de la noche, en la cama. Se sintió perdido, como él dijo, “en las garras del Angel de la Nada”, al borde de la muerte, y comenzó a llorar “con un llanto sobre-humano” 57 . De esa “suprema y abismática congoja” le sacó el abrazo amoroso, conyugal y materno, de su Concha, a través de aquel grito salido de sus entrañas dirigido a su tembloroso marido: “¡hijo mío!”. En el calor de la acogida –fuego purificador– descubrió, nos cuenta, todo lo que Dios hizo por y para él en esa mujer. Desde entonces fue ella para siempre su “espejo de santa inconciencia divi- na, de eternidad” 58 . Por ella y en ella volvió a sentir a Dios cerca de sí, cordialmente, y una llamada inexplicable y misteriosa que le embutió, como dijo, “en angustias de muerte” 59 . HACIA UNAMUNO CON UNAMUNO 433 55 VIII, 243-244, 262, 291. 56 VIII,778.– Cf. la carta a Múgica de 2-XII-1903, en U NAMUNO : Cartas Inéditas (Madrid 1972, 2ª ed.) 291.– En medio de su crisis se refirió a su anterior etapa como “sueño” (VIII, 780, 814, 843). 57 Recordando lo que sintió aquella noche, escribe al poco tiempo hurgan- do en su sentido: “Lo que lloré al romper la crisis fueron lágrimas de angustia, no de arrepentimiento. Y éstas son las que lavan; aquéllas irritan y angustian” (VIII, 783). 58 Ib ., 747.– Escribirá a raíz de la crisis, recordando sin duda la angustia de aquella noche. “La mujer es la base de la tradición en las sociedades, es la calma en la agitación, es el reposo en las luchas” (VIII, 787-788). 59 En medio de la crisis contrasta su actual experiencia de Dios con la de su segunda etapa, y escribe: “Con la razón buscaba un Dios racional, que iba desvane- ciéndose por ser pura idea, y así paraba en el Dios Nada a que el panteísmo con- duce, y en un puro fenomenismo, raíz de todo mi sentimiento de vacío. Y no sen-

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