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tudes de su espíritu: Si no tuviera caridad... no soy nada... nada me aprovecha (1Co 13,2-3). Ahora bien, la función propia y principal, digamos que la primerísima, es amar a Dios de todo corazón (cf. Mt 22,36-38; Mc 12,29-30). Y María fue llena de gracia, llena de caridad, llena de la dilección divina; si bien estuvo también llena de caridad para con el prójimo, como lo muestra en su visita a Isabel (cf. Lc 1,39-56) y en las bodas (de Caná) cuando, faltando el vino, se diri- gió a Cristo diciendo: No tienen vino (Jn 2,3). Pero sobre todo estuvo llena del amor divino. Se puede amar de tres maneras: en primer lugar, con amor racional, por el que se tiene en gran aprecio una cosa que significa mucho para uno, como el varón noble ama el honor, el rico el oro y sus bienes; en segundo lugar, se puede amar con amor singular de afección, que es muy intenso y ferviente, como es el amor de los padres a los hijos y el amor de los esposos cuando es recién flore- cido; en tercer lugar, se puede amar con amor sensual del apetito, con el que amamos las cosas deleitables y lo que agrada a los senti- dos. Los santos –todos los elegidos, justos y varones probos dotados de caridad– necesariamente han de amar a Dios con el primer amor, estimando y apreciando a Dios sobre todas las cosas. De ahí que Abrahán, por Dios, no vaciló en sacrificar con sus propias manos a su hijo único y amadísimo (cf. Gn 22,2ss); lo mismo los Apóstoles y Mártires entregaron por Dios la propia vida. El primer amor es, por tanto, necesario para la salvación y sin él nadie puede salvarse. El segundo amor no es de necesidad, sino de perfección: Gustad y ved qué suave es el Señor (Sal 34,9); dotados de este amor, los santos varones se entregan totalmente a la contemplación y aman a Dios con máximo fervor e intensidad. Pero con el tercer amor ningún Santo amó a Dios, porque Dios no es un objeto sensible, a no ser los Apóstoles y los discípulos queridísimos de Cristo, que pudieron amar con este amor a Cristo Dios, con amor sensible y natural, como se ama al amigo agraciadísimo, que atrae a todos obligándo- los a su amor. A la Virgen le fue concedido este especialísimo y singularísimo privilegio, de que no sólo amara a Dios perfectísimamente con el primero y segundo amor, sino también con el tercero, intensísimo y ardentísimo, con el que una madre de corazón dulcísimo y amantí- 374 BERNARDINO DE ARMELLADA

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