NG200502003

Reino de los Cielos...; vuestra recompensa será grande en los cielos (Mt 5,10.12). Por eso esta nave era batida en medio del mar. Por eso Dios, a sus elegidos, los aflige en este mundo con muchas tribula- ciones, como afligió más que a todos a su propio Hijo: Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre (Flp 2,8-9). Por eso, cuando esta nave de Pedro se hallaba en otra oca- sión sacudida por las olas, Cristo estaba también en la nave, de la que luego resucitó y mandó a los vientos y al mar y se hizo una gran tranquilidad (Mt 8,23-26). II. EL AMOR FILIAL DE CRISTO TRANSFIGURA A MARÍA 9 1. Grande es sin duda el amor de los padres a los hijos: se puede decir que en cierto modo los idolatran, deseando ensalzarlos hasta la estrellas, y que sean grandes y ricos, nobles, ilustres, situa- dos en un alto grado de honor, gloria y dignidad, abundando en toda clase de bienes. Hacen cuanto está en su poder para que los propios hijos se distingan por su prestigio y excelencia. A este fin no ahorran trabajos, máxime si los hijos son únicos y amadísimos. Ahora bien, tenemos que Cristo es el primogénito, el Hijo único de Dios, pupila de los ojos divinos, espíritu, alma y corazón del Padre Eterno. No es, por tanto, extraño que Dios quisiera honrarlo de la manera más extraordinaria y coronarlo y engrandecerlo del modo más excelente con todo honor y gloria por encima de todos los Ángeles y Santos, como lo muestra (hoy) la Transfiguración gloriosa de Cristo: Se transfiguró ante ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la nieve (Mt 17,2). La causa de esta transfiguración se colige de las palabras del Padre desde la nube luminosa: Este es mi Hijo dilecto, en el que me he com- placido (Mt 17,5). El derecho mismo de la naturaleza y la piedad natural exigen que el hijo ame y honre a los padres en cuanto posible por lo LA VIRGEN MARÍA EN TRES SERMONES DE SAN LORENZO DE BRINDIS 367 9 Homilía de San Lorenzo en el sábado después del domingo primero de cua- resma en: Sancti Laurentii a Brundusio, Opera omnia , vol. V/1: Quadragesimale secun- dum, 1938 (VII-605) pp. 432-442.

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